Se cumplen 20 años sin Carmen Martín Gaite, una de las autoras más brillantes de la Generación del 50. Su escritura ha pasado a la posteridad por su capacidad de mostrar la crudeza de la España de la segunda mitad del siglo XX, pero también por su perspicacia para crear signos en las situaciones más cotidianas, como se recoge en el archivo dedicado a su figura.

No hay género que se resistiera a su literatura. Desde la novela al ensayo, Martín Gaite fue capaz de deslumbrar, especialmente por obras como 'Entre visillos' (que fue adaptada a serie de televisión en los 70) o ‘El cuarto de atrás’. Recogemos algunas de sus reflexiones más célebres, con las que cautivó a lectores de múltiples generaciones.

“No hay duda (...) que lo que no voy escribiendo, por escribir se queda. Me quiero engañar pensando que cada nueva visión me aporta algo, y así dejo que me vayan lloviendo encima los días y las noches (...)”. El cuento de nunca acabar (1983)

“Siempre en los cafés, sola, esperando a amigos. Es una dulce estable situación, la que más me devuelve la identidad de mi ser, mis verdaderas raíces. Tal vez cuando muera esto es lo que quede… ¿dónde?”. Cuadernos del todo (1977)

“Esta tarde, por ejemplo, es distinta a cualquier otra y nunca se repetirá. Y cuando tú y yo seamos viejos, ni siquiera nos acordaremos. Es imposible apresar el tiempo, ¿no te parece?”. Entre visillos (1957)

“Lo que no entiendo es la obligación de viajar, ni de leer, ni de conocer a gente, basta que me digan «te va a encantar conocer a Fulano» o «hay que leer a Joyce» o «no te puedes morir sin conocer el Cañón del Colorado» para que me sienta predispuesta en contra, precisamente porque lo que me gusta es el descubrimiento, sin intermediarios. Ahora la gente viaja por precepto y no trae nada que contar, cuanto más lejos van, menos cosas han visto cuando vuelven. Los viajes han perdido misterio”. El cuarto de atrás (1978)

“Es otro tajo más el veraneo de los que el sistema establecido da a diestro y siniestro para repartir el escaso caudal de nuestras vidas, para hacerlo inofensivo y aventarlo, hay que salir de veraneo, interrumpir, dar largas otra vez”. Retahílas (1974)

“Es que, hija de mi alma, la cosa más seria que le puede pasar a un hombre es morirse. Hablar es el único consuelo. Estaría hablando todo el día, si tuviera quien me escuchara. Mientras hablo, estoy todavía vivo, y le dejo algo a los demás”. Las ataduras (1960)

“Los niños saben muy bien cuándo alguien los está creyendo”. Nubosidad variable (1992)

“Y solamente aquellos ojos que se aventuraran a mirarnos partiendo de cero, sin leernos por el resumen de nuestro anecdotario personal, nos podrían inventar y recompensar a cada instante, nos librarían de la cadena de la representación habitual, nos otorgarían esa posibilidad de ser por la que suspiramos”. Los malos espejos (1972)

“(...) aquel camino hacia la pubertad tenía que recorrerlo muy seriecita y con el susto en el cuerpo, como si a cada momento pudiera saltar un bicho desconocido de cualquier esquina. Eso era prepararse a ser mujer”. Usos amorosos de la posguerra española (1987)

“Dar alas siempre ha sido algo mucho más hermoso que cortarlas”. El cuarto de atrás (1978)