Dice que está bien aunque esté sola en un banco, en un vecindario que le da la espalda. Pero esa es la historia de la abuela de Ana Penyas y la de muchas abuelas que pertenecen a una generación que fue silenciada. Por la guerra, por la posguerra y por los colores de una bandera.

"Mi abuela Maruja está ya muy deteriorada por el parkinson y no sé hasta que punto ella entiende la dimensión de esto, pero ojalá pueda porque está muy triste", explica la ganadora del Premio Nacional del Cómic. Ha sido la vida de sus abuelas la que ha llevado a Ana Penyas a convertirse en la primera mujer en ganar el galardón.

Las abuelas de Ana, que son también las nuestras, siempre han dicho estar bien aunque sus caras no lo reflejaban. Estaban marchitas detrás de una barra, aguantando palabras que no querían escuchar y limpiando retratos que no querían limpiar.

Hoy siguen diciendo estar bien. A pesar de que su cuerpo ya no es el que era y a pesar de que muchas siguen viviendo en la pobreza. No es la misma que la de antaño. Pero duele igual.

La primera novela gráfica de Ana habla de abuelas, de memoria histórica, de represión y de la mirada feminista de una época en la que, como decía aquella frase de Carmen Martín Gaite que abre también este cómic, estaban condenadas a coser, a callar y a esperar un novio caído del cielo.