"Cuando Amaya cierra el brazo, se envía una señal para que el dron dé la vuelta. Si vuelve a cerrar el brazo, da la vuelta hacia el otro lado y, si vuelve a hacerlo, el dron aterriza" explica Ricardo Mutuberria, biotecnólogo y director de 'BBK Open Science'.

Amaya no es maga. Ella, simplemente, piensa. Piensa en mover su mano y ese impulso nervioso que va de su cerebro al músculo del movimiento es recogida por unos electrodos. Así controla el dron a través de su mente.

De la misma forma enciende y apaga una bombilla o mueve un brazo robótico. ¿Y podría hacerlo de humano a humano? Sí, en el caso de que dos personas estén conectadas a través de electrodos que envían la señal de un cuerpo al otro. No es magia, es ciencia, y está por todas partes.

"Me parece importantísimo acercar la ciencia, que parece tan difícil, a la gente de la calle", defiende Soledad Vallejo, profesora de Química.

No hace falta ser experto para hacer ciencia. En 'BBK Open Science' cualquiera puede sentirse científico. En uno de los talleres, con solo unas tijeras, celo y cartón construyen un microscopio láser. Porque la ciencia está al alcance de todos.