El olor a café o la imagen del chocolate fundido son capaces de traernos recuerdos de sabor... y de otro tipo. Así es como actúa nuestro cerebro para que podamos recordar: añadiendo sensaciones imaginarias que dan más realismo a nuestros recuerdos.

Viendo una foto de nuestras vacaciones en el Caribe nuestra memoria puede evocar el lugar donde estuvimos y lo que sentimos en este momento, pero el cerebro añade de su cosecha algunos ingredientes que le dan más realismo: el olor a sal, el ruido de las olas e incluso el protector solar en nuestra piel.

Lo mismo sucede con los recuerdos relacionados con el sexo, capaces de excitarnos con solo evocarlos. Es nuestro cerebro el que nos permite activar completamente las situaciones más placenteras.

No somos conscientes de este proceso, pero trabaja como la función de autocompletar que tienen los ordenadores para terminar la frase que estamos escribiendo.

Este conjunto de recuerdos e ilusiones los fabrica el hipocampo. Las neuronas de esta parte del cerebro se aceleran cuando intentamos recordar una experiencia, según un informe de la Universidad de Birmingham.

Trabajan a toda velocidad añadiendo información y son las responsables de que recordemos con nitidez las experiencias que han marcado nuestra vida.