NO TE LA JUEGUES
Evítalo si vas de viaje: el error fatal que destruye tus frenos y comete mucha gente al viajar
Los frenos son vitales. Esto es lo que debes hacer para no tener accidentes con la llegada del calor.

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Si te vas de viaje, sobre todo por carreteras con cuestas que parecen sacadas de una peli de montaña, hay un error que hace un montón de gente y que puede mandar tus frenos al garete: pisar el pedal como si no pasara nada en una bajada larga. Sí, ese “voy frenando todo el rato para no lanzarme a saco” es un billete directo al desastre. Los frenos se calientan como una barbacoa en verano, pierden fuerza y, si te despistas, te quedas sin ellos justo cuando más los necesitas. Imagínatelo: vas tan pancho por la sierra, el paisaje de postal, y de repente el pedal se hunde como si pisaras un flan. Pánico total.
Entre los camioneros son famosas las historias de camiones que, por abusar del freno en bajadas, acababan echando humo o incluso en llamas por el calor. No es una exageración: el recalentamiento es una bestia. En un coche pasa igual, aunque no sea tan espectacular. Si te pasas frenando, las pastillas y los discos se achicharran, el líquido de frenos hierve y se llena de burbujas, y adiós presión. La solución es sencilla: usa el motor para frenar. Mete una marcha corta (segunda o tercera, según el coche) y deja que el bicho se controle solo. Así tus frenos no se funden y tú no terminas con el corazón en un puño.
Por qué pasa y cómo no liarla
El tema tiene su explicación. Los frenos no están hechos para currar sin parar como si fueran un burro de carga. Son para paradas "rápidas", no para que los tengas pisados 10 minutos mientras bajas un puerto. Si se calientan demasiado, las pastillas se vuelven un cristal inútil, los discos se tuercen y el líquido se convierte en una sopa que no sirve para nada. En ciudad no lo notarás, pero en un viaje largo, con el coche cargado hasta las trancas y una pendiente chunga, la cosa se pone seria. En los camiones es cuestión de usar el freno motor junto a los frenos normales, y en coches, tres cuartos de lo mismo.
Antes de salir, échale un ojo al líquido de frenos (que no esté oscuro ni bajo) y asegúrate de que las pastillas tienen suficiente grosor. En la bajada, nada de ir como loco: mete marchas cortas y usa el freno solo a toques si hace falta. Si huele a quemado o el pedal se pone blando, para en cuanto puedas en un sitio seguro y deja que se enfríe todo. Un freno fundido es jugarse la vida.
Un despiste que sale caro
Este error no solo te deja sin frenos en el momento, sino que te puede salir bastante caro. Unas pastillas quemadas o unos discos deformados no se arreglan con buena voluntad: toca rascarse el bolsillo en el taller, y no es precisamente un regalo. Un juego de discos de freno decente puede rondar los 70 €, y hay pastillas de freno desde los 35 €… y hablamos de coches baratos. Cuanto más grande y más caro, más sube la gracia.
Así que, si te vas de viaje, no seas de esos que pisan el freno como si estuvieran en un Scalextric. Usa las marchas, revisa el coche antes de salir y ten cabeza. Que no te pase como a esos camiones parados en la cuneta con el conductor blanco como la pared que se veían en los 90. Disfruta del viaje sin jugártela por un despiste tonto. Porque una cosa es llegar con historias que contar y otra con los frenos hechos polvo y el coche en una grúa.
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