En la dirección de Unidas Podemos creían que sus 35 diputados y diputadas serían obedientes. Sabían que los ánimos estaban caldeados y que votar a Arnaldo suponía una amargura para muchos de ellos pero pretendían que, en un gran acto de sumisión, todos votaran a favor del candidato al Tribunal Constitucional propuesto por el PP, Enrique Arnaldo. Demasiado optimismo. Demasiada miopía.

"Los tengo a todos pilotados", decía quien debe encargarse de que se cumpla la disciplina de voto en la formación morada, "incluso a los más distraídos", añadía.

Pero la realidad ha demostrado todo lo contrario. En Unidas Podemos se ha desatado una rebelión mayúscula. Varios de sus diputados no han querido comerse el cocodrilo, como diría Gabriel Rufián. El cocodrilo es el candidato del PP para formar parte del Constitucional. Un magistrado que acumula todo tipo de irregularidades e incompatibilidades a lo largo de su trayectoria profesional. Cada día, desde hace varias semanas, desayunamos con una noticia que no hace más que demostrar que Enrique Arnaldo no es una persona idónea para formar parte de ese órgano judicial. El PP puso su nombre encima de la mesa y el Gobierno no lo rechazó. Quizás porque desconocían su pasado oscuro, o puede que simplemente porque Sánchez prefería avanzar en la renovación de los órganos constitucionales y evitar más tensiones con Casado.

El caso es que el pacto de PSOE, PP y Unidas Podemos para la renovación del Constitucional debía contar con 243 votos a favor de sus cuatro candidatos. La sorpresa ha saltado cuando hemos conocido los resultados. Once votos se han quedado por el camino. Once fugas. Once diputados y diputadas de la izquierda parlamentaria que han decidido salirse del acuerdo y no apoyar a Arnaldo. Es una de las mayores rupturas de disciplina de voto que se recuerdan en los últimos años en la cámara baja.

De los once, en las filas socialistas hay, que se sepa, tres votos díscolos. Uno de ellos ha sido José Luis Ábalos, exministro de Fomento. Ha votado en blanco por error, dice. Se equivocó al emitir el voto telemático y cuando quiso rectificar ya era tarde. Otro diputado socialista también se equivocó al escribir los nombres de los cuatro candidatos donde no se correspondía. El tercer voto en contra dentro del grupo socialista es del diputado vasco Odón Elorza. En su caso no hay error a que valga. Ha votado en conciencia porque desde el principio pensó que Arnaldo era un juez rodeado de irregularidades. Fue el primero en levantar la voz entre los partidos de la coalición y ha llevado su pensamiento hasta las últimas consecuencias.

Del resto de votos discordantes, siete, sabemos seguro que dos pertenecen a Unidas Podemos. Se trata de las diputadas Gloria Elizo y Meri Pita. Ambas firmaron esta semana un artículo en el que decían que el precio de votar a Arnaldo era inasumible y que su persona no contaba con la más mínima trayectoria exigible. Ambas sentenciaron que cada voto afirmativo sería una ignorancia deliberada y ninguna ha querido avalarle.

La incógnita está en otros cinco diputados que se han saltado el acuerdo firmado por sus jefes. Todo hace pensar que pertenecen al partido morado, pero como el voto es secreto resulta complicado desvelar los nombres. Podrían ser también del PSOE.

Al margen de ello, la importancia de lo sucedido radica en que en la izquierda que forma el Gobierno de coalición hay varias personas que no han querido asumir la indignidad de ponerle la alfombra roja a un juez que, entre otras cosas, se opuso a la ley del aborto. La tachó de ocurrencia. Y es justo una de las leyes sobre la que tendrá que pronunciarse el Constitucional en los próximos meses. Su carrera acumula motivos de sobra como para no quererse comer el menú que los populares han servido en bandeja de plata al Gobierno de coalición.

En el PSOE insisten en que aceptar a Arnaldo es un paso previo para conseguir que el Constitucional tenga una mayoría progresista dentro de unos meses. Pero para que eso ocurra, antes, tiene que producirse otro acuerdo, el del Consejo General del Poder Judicial. Y no parece tan claro que aceptar a Arnaldo consiga desencallar las diferencias que duran ya 3 años.

Así que la izquierda se ha agrietado en una votación que dignifica poco o nada las instituciones. No es de extrañar que haya habido once diputados y diputadas que hayan optado por dar una lección de ética y, de paso, mandar una mensaje a sus jefes: hay algunos marrones que no estamos dispuestos a dejar pasar por alto.