Imaginemos la historia de muchas Malasmadres en tiempos de pandemia. Mujeres que cargan SOLAS con los cuidados y las tareas doméstico-familiares. Mujeres que en el mejor de los casos pueden teletrabajar y sacar horas de donde no las hay para no tener que renunciar y seguir adelante con todo. Mujeres agotadas, mujeres en excedencia, mujeres que sobreviven, pero que continúan en la batalla de esta vida que se ha puesto del revés. Mujeres que sí han tenido que renunciar porque el cierre de los colegios les obligó a dejar sus trabajos, a renunciar. Mujeres que fueron despedidas. Mujeres invisibles a los ojos de una sociedad, que va dando pasos atrás sin recursos ni medios que paren el retroceso que ya estamos viviendo en derechos sociales.
Y ahora imaginemos además a esas mujeres confinadas, invisibles, víctimas de la violencia machista. Mujeres que no han tenido salida, que se han visto bajo el mismo techo de su agresor en tiempos de pandemia 24 horas 7 días de la semana. La violencia confinada. La violencia olvidada.
Lejos del confinamiento total y el estado de alarma, las restricciones continúan en una semana en la que este año no habrá grandes movilizaciones, pero en un año en el que se hace más necesario alzar la voz para que la violencia machista confinada no caiga en el olvido. Porque si no lo decimos, si no lo hablamos, si no lo compartimos, si nos callamos, no avanzamos.
Mi hija mayor está a punto de cumplir 9 años y ya hace preguntas a las que es complicado responder. Ella está muy concienciada de la necesidad del feminismo para construir una sociedad más justa. Pone en duda expresiones mías, heredadas de la cultura patriarcal y tan interiorizadas que duele. Cuestiona a familiares y amigos cuando tienen actitudes machistas porque ella no entiende que el lenguaje sea sexista o que la ropa también lo sea. Escucharla en esas situaciones, ver cómo se remueve y rebela ante actitudes aceptadas es la esperanza de un futuro donde se erradique todo tipo de violencia machista.
Hace tiempo tuve que escuchar a un hombre cercano decir: "es que ahora parece que todo es violencia machista". No, no y no. Es que ahora nos hemos cansado de aceptar lo que se daba por hecho, lo que se permitía sin más. Es que ahora nos hemos quitado la venda y somos conscientes de que esas actitudes eran, son y serán signos de violencia machista.
En todo este asunto, las madres y los padres tenemos una gran responsabilidad. Y para mí es fundamental recordarlo hoy. Tenemos que educar en valores de respeto e igualdad. Tenemos que educar a nuestras hijas y a nuestros hijos para que no repitan patrones de machismo que siguen estando tan presentes en nuestro día a día. Y pensando en esto siempre recuerdo las palabras de Marina Marroquí, víctima de violencia machista y luchadora incansable, Malamadre del club también. Su monólogo 'Eso no es amor' te traspasa. Tanto en tan pocas palabras. Y su labor de concienciación y prevención en adolescentes a través de sus talleres es tan necesaria. El domingo le mandé un audio a Marina pidiéndole que me diera un mensaje para todas vosotras y con sus palabras quiero cerrar esta columna en una semana en la que nuestra voz no puede quedarse apagada tras una mascarilla.
"Educar en igualdad desde las familias es clave para poder erradicar la violencia de género y sexual que seguimos sufriendo en la sociedad.
Despertar una mentalidad crítica desde la infancia y que se cuestionen los mensajes que les llegan a través de películas, música, televisión o redes se hace indispensable para que generen herramientas que puedan hacerles detectar situaciones de violencia, así como desterrar los falsos mitos del amor romántico, que aún nos siguen educando.
Necesitamos que las nuevas generaciones construyan un concepto de amor real, que quien te quiere nunca más te haga llorar, que el amor no lo puede todo ni lo perdona todo y sobretodo que el amor ya no tiene que valer la pena, solo la alegría.
Esto junto con crear un entorno de comunicación, comprensión y confianza serán claves para educar en igual y para poder detectar si tu hija puede estar sufriendo violencia de género o sexual y ayudarla a salir lo antes posible.
Educar en igualdad no solo hará que tu hijo e hija sea más feliz y más libre, le hará mejor persona".