Y es que en el reparto de los usos del tiempo se olvidaron del tiempo del cuidado y ahí comenzó el lío. Cuando la mujer se incorpora al mercado laboral a luchar, sudando la gota gorda, por un lugar "igual" a su compañero hombre, este no se incorpora al hogar de la misma manera a ocuparse de los cuidados y de las tareas doméstico-familiares. Entonces, si la mujer y el hombre están trabajando, en jornadas inflexibles e interminables, ¿quién diantres cuida? Ya sé lo que vais a decir: "están las escuelas y los colegios". Claro... y las abuelas. Y las jornadas reducidas y las excedencias y ahora el teletrabajo. ¡Maravilla pura! La mujer trabaja fuera de casa, dentro de casa, se lleva su mochila de culpa a cuestas, arrastra una carga mental insoportable y además gana menos. La trampa está servida. Porque las empresas no se comprometen y el Estado disfruta del partido sin reconocer el trabajo reproductivo, entonces si la mujer reduce su jornada, le quita sueldo, porque no le va a pagar por un trabajo invisible, que lleva soportando de manera callada y gratuita tantos años. Mejor esperamos a que esto explote y las mujeres madres sigan pagando el coste de la conciliación unas décadas más.

La cosa es que vamos avanzando, consiguiendo, con mucho esfuerzo, ya os lo digo, que sea debate político y social la conciliación, y para compensar este mal reparto de los usos del tiempo, llegan a veces iluminados e iluminadas que ven la solución en abrir más horas las escuelas y en ese momento mi paciencia se agota y me doy cuenta de que "aún no se ha entendido qué es conciliar". Porque claro que hay familias que necesitan esos mecanismos y redes formales del cuidado para no renunciar a comer, pero ese no es el camino, eso es un parche. Será imposible avanzar de verdad si no revisamos el sistema laboral. Este país tiene un grave problema de horarios y de productividad. Si seguimos queriendo adaptar la vida al trabajo y no al revés, tener un hijo o una hija será un acto de heroicidad. A los datos me remito, que ya los conocéis.

Y en este escenario tan esperanzador, ¿los hombres dónde están? Preguntaba el pasado jueves en nuestras III Jornadas 'Yo No Renuncio' que podéis ver aquí. Los hombres están escondidos, callados, a veces están cuidando, haberlos haylos, en ocasiones hasta haciendo el trabajo feo y sucio del cuidado, tan feminizado y penalizado aún, pero no se ven, no se muestran, no gritan: "yo cuido, y qué". No es sexy, no se descuelgan de las cañas por tener que cuidar o poner la lavadora. Y si lo hacen, no lo dicen, no son ejemplo, no son referente, no está de moda, sigue siendo de unos pocos.

Y la pregunta: ¿los hombres están esperando que alguien les imponga por ley que tienen que cambiar los pañales, pedir permiso para cuidar al hijo o hija enferma o renunciar porque ser padre y cuidar no es posible? Puede que sí, pero hay cosas que no se pueden legislar y la vida va de otra cosa, la vida va de "ocuparte mentalmente y físicamente de las cosas que también son tuyas, y también de empoderar a tu pareja" como decía mi compañero Javirroyo o de que más hombres alcen la voz y rompan los silencios cómplices: "hay que decir al compañero de trabajo, ¿cómo tienes tanta jeta de alargar el curro en vez de ir a bañar a los críos?", decía Alberto Soler, otro hombre referente, de los que necesitamos a nuestro lado para que se entienda por fin que sí, que la conciliación "sí es cosa de hombres". Y que los hombres que no quieren cuidar o que miran a otro lado no tienen cabida en esta sociedad, que será corresponsable o no será.