"Para que la vida suceda, hay que poner las condiciones que la permiten, reconstruirla diariamente, sostenerla y cuidarla. Esto solo puede hacerse junto al resto, en común..."

Es una de las potentes afirmaciones que incluye el documento 'Conceptualización de los cuidados' con el que estamos trabajando en la Mesa Asesora para los Cuidados del Ministerio de Igualdad y que me parece CLAVE.

Y que, ingenua de mí, creía que era clave para todas las personas o al menos para mi comunidad. Porque si los cuidados no se cuidan, valga la redundancia, no puede existir la conciliación. Los cuidados son la base para que el equilibrio vida-trabajo funcione bien.

Porque la conciliación no es una decisión propia, individual y libre de cada persona. Os prometo que yo creía que esto lo teníamos claro ya la mayoría. Pues no. El lanzamiento de nuestra encuesta "el coste de la conciliación" a principios de febrero me demostró que no hay una opinión común al respecto. Y me preocupa, me preocupa mucho.

Se me tachó de "quejica y exagerada" por compartir fotos de la realidad que no se ve, de los cuidados que realizamos las mujeres de puertas para dentro, sin reconocimiento social ni económico, invisibles a ojos de la sociedad. Sí, todo el mundo sabe que se hacen, pero nadie los valora. Y así cómo vamos a conciliar bien.

Si fuera verdad eso que dicen muchas mujeres que "conciliar mejor" depende de una misma únicamente, de la pareja que eliges, de las decisiones que tomas y a fin de cuentas del terrorífico "si quieres, puedes", muchas mujeres no habrían renunciado. Yo NO HABRÍA RENUNCIADO.

Yo renuncié porque, aunque tengo una pareja corresponsable, que entiende el cuidado igual que yo y aunque haya tareas domésticas que decidimos delegar para poder sobrevivir dignamente, el sistema laboral en el que vivía sin vivir no me acompañó, no me permitió cuidar, me empujó sin compasión a renunciar.

¿O acaso yo decidí libremente no tener flexibilidad horaria y verme atrapada en una jornada que no me dejaba tiempo para recoger a mi hija, para cuidarla, para tener una vida mínimamente sostenible? Y lo que dependía de mí, pues claro que lo hice: hablar, plantear un horario flexible, trabajar por objetivos, alargar la jornada en casa y mil malabares más para evitar lo inevitable: RENUNCIAR.

Porque conciliar vida familiar y laboral (no hablemos ya de la personal, que esa ya es un sueño) no depende solo de ti, depende del sistema, depende de que la sociedad se comprometa. Depende de que las instituciones pongan los recursos necesarios. Depende de que las Administraciones Públicas construyan redes formales del cuidado. Pero depende de algo más importante: de creer que un modelo de bienestar con futuro y sostenible es posible.

Porque conciliar no es ir corriendo a recoger a la niña, llegar asfixiada, contestar emails mientras ella juega o llora en el suelo. Conciliar no es bañarla en 5 minutos llorando porque no puedes más. Conciliar no es que el padre te haga el relevo al llegar a casa mientras tú contestas una llamada, preparas la cena, pones la lavadora y vas corriendo al súper porque no te quedan pañales.

Eso es MALCONCILIAR. Y por supuesto sin tiempo para ti. Para cuidarte. Porque nadie ha pensado en cuidar a las que cuidan.

Eso es SOBREVIVIR a costa de tu salud mental, de tu renuncia profesional.

Eso es RENUNCIAR y empobrecer y descuidarte y caer.

Así que por favor dejemos ya de pensar en individual y demos el paso en actuar como colectivo. En entender que si no solucionamos el conflicto capital/vida no vamos a avanzar. Porque este sistema productivo, que olvida que lo reproductivo es la base de la economía de un país, solo quiere tiempo para producir y nada de tiempo para cuidar, para cuidarnos, para vivir.

Y si tú tienes LA SUERTE de conciliar, de tener un empleo que te facilita la vida, de tener una pareja comprometida, de tener una economía que lo permite, de tener una tribu que te apoya, no des por hecho por favor que todas las personas lo tienen. Y sobre todo no des por hecho que si no lo tienen es por su culpa.

Es una responsabilidad social y compartida.