El pasado fin de semana estuve en una playa de Galicia en la que el arenal estaba dividido mediante estacas de madera y cuerdas en parcelas de unos 4 m2. Parecía una forma ingeniosa de delimitar el aforo y mantener la distancia de seguridad. El problema es que el diseño no se entendía y la gente acabó más apelotonada de lo habitual.

Playa de Silgar en Sanxenxo el 4 de julio de 2020. Foto de Rubén Amorín.

En este informe del CSIC sobre transmisión del SARS-CoV-2 en playas y piscinas se recoge la evidencia científica más relevante. En él se concluye que la principal vía de transmisión del coronavirus es a través de secreciones respiratorias y el contacto cercano de persona a persona, igual que en cualquier otro lugar, por lo que deben mantenerse las recomendaciones generales de higiene y distanciamiento.

La parcelación de los arenales pretende garantizar la distancia interpersonal, pero en algunas playas como la de Sanxenxo la medida fue un fracaso. En parte por desconocimiento y en parte porque resulta poco intuitiva.

En este artículo se resuelven las dudas más frecuentes sobre ocio acuático y coronavirus: ¿Es posible el contagio al bañarse en el mar, el río o la piscina? ¿Se debe usar gel hidroalcohólico durante la exposición al sol? ¿El coronavirus se adhiere a las cremas solares? ¿La brisa marina afecta a la distancia de seguridad interpersonal?

El contagio por el agua de mar es muy improbable

Actualmente no existen datos concretos sobre la persistencia de coronavirus en agua de mar, pero sí se pueden extraer de otras evidencias afines y datos relacionados. La conclusión es que el contagio a través del agua de mar es casi imposible o, al menos, muy improbable.

Se sabe que el cloruro sódico es un biocida eficaz contra el SARS-CoV-2, así que la sal del agua del mar favorece la inactivación del virus. La carga viral también será muy pequeña, ya que el volumen de agua es tal que el efecto de la dilución hace que la probabilidad de contacto con el virus sea muy pequeña.

El trabajo conjunto de varios centros de investigación asociados a la Universidade de A Coruña determinaron que el agua que llega al mar previamente tratada por las depuradoras está 100% libre de coronavirus. Estudios previos (como este y este) también encontraron restos de material genético del SARS-CoV-2 en agua residuales. No obstante, si el agua que se vierte al mar ha sido previamente tratada en una planta depuradora no quedará ni rastro del virus. La cloración, bromación o los tratamientos biológicos que se hacen de las aguas garantizan la eliminación total de este patógeno. Así que no hay coronavirus ni en el agua de grifo ni en el agua tratada que llega al mar.

El contagio por el agua de piscina es casi imposible

Según el CDC, los métodos convencionales de tratamiento de agua que usan filtración y desinfección, como los de la mayoría de los sistemas municipales de agua potable, deben eliminar o inactivar el SARS-CoV-2. Así que no hay evidencia de que el virus que causa COVID-19 pueda transmitirse a las personas a través del agua en piscinas, jacuzzis, spas o áreas de juego con agua. La cloración y el uso de otros agentes oxidantes y desinfectantes, en las concentraciones que se requieren en cualquiera de estas instalaciones, es suficiente para inactivar el coronavirus.

La probabilidad de contagio es mayor en ríos, lagos y pozas

Hay varios estudios (como este y este) en los que se ha determinado que, en el agua de ríos, lagos y pozas remansadas de agua dulce y no tratadas, la supervivencia del SARS-CoV-2 es muy probablemente superior a la que se produce en piscinas y en el agua salada, por lo que deben extremarse las medidas de precaución. Además de respetar la distancia en el espacio exterior al área de baño, es recomendable el control del número de bañistas para minimizar la contribución a la carga viral en el agua. En particular, se debe prestar especial atención a las pequeñas pozas de agua dulce remansada que pueden ser frecuentadas por un elevado número de bañistas, ya que pueden dar lugar a una posible acumulación del virus. Por eso estos medios acuáticos son los más desaconsejables para uso recreativo frente a otras alternativas.

En la arena y en la orilla la transmisión es difícil

La probabilidad de que arenas o tierras infectadas alcancen las manos y posteriormente boca, nariz u ojos de algún bañista es baja pero no inexistente. La acción conjunta de la sal del agua de mar, la radiación ultravioleta solar (UVB) y la alta temperatura que puede alcanzar la arena son favorables para la desactivación de los agentes patógenos. Hay que señalar que la falta de estudios no permite conocer los tiempos requeridos para alcanzar una inactivación eficiente y que éstos dependen de numerosas variables. En cualquier caso, es importante subrayar que no es recomendable la desinfección de los suelos de espacios naturales con los procedimientos habituales para espacios públicos urbanos ya que el daño medioambiental sería enorme. No, no se pueden desinfectar las playas con lejía. Es un disparate ecológico.

Con respecto al aire en la orilla del mar, los aerosoles formados por las olas y el viento representan una fuente natural de partículas en el aire que podrían transportar el virus. En este informe del CSIC apuntan que la distancia de seguridad sería superior a los dos metros recomendados en ciudad. Sin embargo, ni la Organización Mundial de la Salud, ni los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, ni las Agencias de Salud locales de EEUU u otros países no han recogido ninguna evidencia de que el virus pueda propagarse más por efecto de la brisa costera.

El coronavirus no se alimenta de la crema solar

Los virus son partículas inertes. Solo cuando están dentro del cuerpo, parasitando células, son capaces de llevar a cabo algunas funciones propias de los seres vivos, entre ellas la reproducción. En eso consiste una infección vírica. Pero fuera del cuerpo, como en una crema, los virus no son capaces de hacer nada. Ni se alimentan ni se reproducen, simplemente están, como una especie de mota de polvo.

La desinformación que hay sobre este tema es que se están confundiendo los virus con las bacterias. Las bacterias sí están estrictamente vivas. Son capaces de reproducirse y alimentarse sin parasitar a otro ser vivo. Por eso los nutrientes y el agua de los cosméticos son un campo de cultivo ideal para las bacterias. Esa es la razón por la que los cosméticos contienen conservantes y tienen fecha de caducidad, para garantizar su seguridad. La mayoría de los productos solares tienen un PAO (period after opening) de 12 meses, así que no deben reutilizarse de un año para otro.

Los virus no hacen ninguna de estas cosas que sí hacen las bacterias, así que el coronavirus no tiene ningún tipo de afinidad por los cosméticos, al menos no más que por cualquier otra superficie. Así que siempre hay que utilizar protección solar. Al coronavirus le da igual si llevas o no protección solar, pero a tu salud no.

El gel hidroalcohólico y la exposición solar son una combinación peligrosa

Los geles desinfectantes contienen alrededor de un 70% de alcohol, generalmente etanol. El etanol es una sustancia altamente deshidratante, por lo que puede producir picor, inflamación y eccemas, es decir, una dermatitis de contacto irritativa. Si a esto se le suma otro factor irritante, como es la radiación solar, se puede producir una reacción fototóxica en la piel. Así que, igual que no se recomienda usar perfumes y colonias durante la exposición solar, tampoco es recomendable usar geles hidroalcohólicos, ya que podrían agravar las quemaduras solares (eritema) y favorecer la aparición de manchas (hiperpigmentación).

Aforo bajo control

Igual que en cualquier otro espacio, siempre que no se pueda mantener la distancia de seguridad es obligatorio el uso de mascarilla. Las mascarillas con válvula solo protegen a quienes las llevan dejando desprotegidos a los demás, por eso se han prohibido en algunas comunidades, salvo excepciones por motivos profesionales o de salud.

Si la playa tiene el aforo controlado, actualmente sí se puede prescindir de la mascarilla, por lo que hay que tener especial cuidado y mantener la distancia interpersonal, también en el agua.

Control automático de aforo mediado por semáforos en las playas urbanas de A Coruña

En las playas se ha establecido un área por usuario de entre 3 y 4 metros cuadrados. De esta manera el aforo se ha reducido al 50-75%, dependiendo del territorio y de las mareas que, obviamente alteran la superficie útil de los arenales. En algunos lugares se ha optado por parcelar el terreno usando estacas. Algunas playas urbanas cuentan con controles de acceso y aplicaciones onlineque permiten conocer a tiempo real las plazas disponibles.