"No habrá diecisiete navidades distintas”, dijo el Ministro de Sanidad. Y no se ha cumplido. A tres días de la Nochebuena nos encontramos con una ensalada de medidas autonómicas imposible de retener, que encima cambian por minutos. Allegados sí, allegados ahora no, familiares sí, hoy ya tampoco, ahora puedes entrar en mi territorio, ahora no, hoy te cierro los bares, mañana les amplío el horario, y cenas de no sé qué de núcleos, mientras inauguro las estaciones de esquí.

Hay psicólogos que sostienen que la descoordinación provoca confusión, luego indignación y al final, incumplimiento. Es muy difícil tomarse en serio a diecisiete personas que tienen diecisiete recetas distintas. La primera vez que se habló de cómo iba a ser la Navidad en pandemia, creo que fue en octubre. Fue Salvador Illa, preguntado en la SER, quien dijo que obviamente este año no sería como los demás. El Gobierno y las Comunidades Autónomas se han reunido semanalmente desde entonces. Pactaron una serie de recomendaciones para estas fechas, que iban en la dirección contraria a la que recomendaban todos los expertos en los medios de comunicación. Estos consideraban que los políticos tenían que ser más drásticos. El caso es que, hasta el último minuto, nuestros dirigentes se han resistido a prohibir. Y hay mucha diferencia entre recomendar una serie de medidas cambiantes y prohibir de manera clara y determinante.

Es evidente que todos sabemos ya a estas alturas qué es bueno y malo para el virus, pero inconscientemente, tendemos a pensar que si los que tienen todos los datos no son contundentes, es porque el peligro es menor que en otros momentos. La información del minuto y resultado o de la evolución de la situación la tienen los gobiernos, no los ciudadanos. Desde ese punto de vista, no prohibir y después, pretender criminalizar a quien de manera sensata pretende hacer algún movimiento en Navidad dentro de la norma, es un poco extraño. Y pretender que los ciudadanos lo tengamos claro ante los titubeos políticos, también.

El último ejemplo lo hemos vivido con la nueva cepa del coronavirus que ha aparecido en el Reino Unido. Mientras los países europeos cerraban alarmados el tráfico aéreo en cascada, nuestro país se descolgaba y hacía todo lo contrario. Decía Exteriores que se iba a limitar a reforzar el control de los test en los aeropuertos; algo que se supone que ya estaban haciendo... Quizá cuando se publique este artículo, el gobierno español ha cambiado de opinión. Y eso resumiría en esencia lo que creo que no se está haciendo bien otra vez. Los ciudadanos confusos tienen más posibilidades de tomar decisiones erróneas.