La entrevista a Toni Comín comienza con el dirigente sentado en una librería de Lovaina (Bélgica). Un camarero le sirve un enorme tazón de café y un trozo de pastel. Pasea en su bicicleta con el periodista desde el local hasta su residencia en la ciudad belga. Sentado junto a su chimenea, con pantalón de tweed gris y americana de paño con su lazo amarillo, comienza a hablar con el periodista para El Periódico de Catalunya. Los usos y costumbres importan cuando van acompañados de una disonancia excelsa con el discurso y la realidad de aquellos a quienes te diriges.

El exconseller de Sanidad ha propuesto un camino para la consecución de su independencia. De su arcadia feliz. El boicot económico, declararle una guerra económica al Estado, que los trabajadores dejen de ir a trabajar, que pierdan sus trabajos y sus salarios y que vean mermadas sus condiciones materiales en beneficio de un bien superior: Cataluña como estado independiente. Lo propone cuando él no se atrevió a renunciar al acta para seguir cobrando sus 2.871,57 euros al mes.

Ustedes me perdonarán, pero en mi concepción marxista de la izquierda siempre he asumido que el objetivo es el contrario: mejorar las condiciones materiales de la clase trabajadora. Todo, absolutamente todo, está supeditado a ese fin. "Pan, paz y tierra" eran las reivindicaciones con las que comenzó la revolución de Octubre de 1917. Lenin, un hombre sabio, también burgués, asumía que las condiciones de miseria existentes -la situación objetiva- eran las que llevarían a la revolución para mejorar la situación y no a la inversa. Toni Comín y sus correligionarios y palmeros proponen que una región próspera, de las más ricas de España, se vea empobrecida y lleve a la miseria a sus ciudadanos y a los del resto de regiones del país mucho más pobres para conseguir su estado nación rico y privilegiado. Hobsbawn os corría a librazos.

Las guerras económicas no son nuevas. Son el elemento fundamental de los combates sin sangre burguesa que producen miseria y sufrimiento a las de siempre, a la clase trabajadora. En América Latina conocen bien ese proceder, recuerdan a Richard Nixon y Henry Kissinger cuando decidieron "hacer gritar a la economía" de Chile para mover la silla a Salvador Allende. El resto de la historia es conocida. Y siempre la sufren los nadie.

Toni Comín está acostumbrado a vivir en la comodidad de la mediana burguesía catalana. Algo que crea un poso cultural que aparece sin uno darse cuenta en declaraciones y actitudes. Familia de vencedores de la guerra, nieto del miembro de Falange y Comunión Tradicionalista Jesús Comín, que tan importante fue para que el golpe de Estado contra la República triunfara en Zaragoza, e hijo de Alfonso Carlos Comín, un marxista cristiano que repudió el origen franquista de un padre al que perdió con solo seis años y se consolidó en la lucha antifranquista perteneciendo a partidos como Bandera Roja o el PSUC. Su madre, Maria Lluisa Oliveres, se ha hecho un importante hueco en la política cultural catalana a través de los premios otorgados por la Fundació Alfons Comín que ella misma preside. Un ejemplo paradigmático de la importancia del capital cultural y social en la construcción política de la mediana burguesía procesista que, acostumbrada a la comodidad de sus posiciones de privilegio, se atreve a pedir sacrificios a quienes menos tienen. Los líderes procesistas quieren usar al pueblo de sacos terreros. Poner sus cuerpos en las trincheras mientras convencen a miles de desubicados de que lo progresista es seguir las directrices de unos locos reaccionarios con megalomanía.

La cambra de comercio catalana ha pedido el apoyo a un "paro de país". Los sindicatos amarillos de la intersindical CSC le hacen el juego a la patronal con la destrucción simbólica de los métodos de lucha obrera y los burgueses de Lovaina y Waterloo proponen la quiebra económica, el empobrecimiento, la merma de las condiciones de vida de la clase obrera y el sufrimiento de miles de ciudadanos humildes mientras degustan café latte con muffins hojeando cómics de Tintín. Y mientras, la izquierda catalana, desnortada y acomplejada.