Ser justo es mucho más complicado y duro que ponerse de perfil y mirar para otro lado confundiéndose entre la mayoría poderosa. Ser ecuánime y cabal ante la infamia no suele comportar beneficios y sí provocar heridas y sufrimiento, es doloroso ser solidario y ponerse del lado del aliado que más sufre los embates del frente que combates. Ángel Gabilondo aspira a ser presidente de la Comunidad de Madrid y vencer a Isabel Díaz Ayuso en su alianza con los posfascistas de VOX, y para eso tendrá que hacer un frente común con todo lo que se encuentra a su izquierda. En ese bando está Pablo Iglesias y Unidas Podemos, que ya se han convertido en el objetivo prioritario de la reacción. La lógica de la decencia indica que el catedrático tendría que evitar contribuir al marco discursivo que define a Pablo Iglesias como extremista en una dialéctica que busca confundirlo con la extrema derecha para hacerlo ilegible. Pero no, era demasiado osado para Gabilondo y ha preferido ser cómplice del relato que quiere hacer a Ayuso y Monasterio las lideresas de Madrid.

Ángel Gabilondodeclaró en una entrevista en Al Rojo Vivo que no pactaría con Pablo Iglesias advirtiendo que no estaría cómodo en un gobierno con alguien tan extremista. Una afirmación que, como es lógico en el profesor, no es fruto de un calentón y la ha expresado de manera más amplia en una tribuna en El País. La expresión tiene múltiples problemas, algunos pragmáticos y otros conceptuales. Pero todos hacen de la afirmación una posición de difícil defensa para el que ha sido opositor invisible. Porque si Ángel Gabilondo quiere ser presidente de la Comunidad de Madrid tendrá que incumplir lo que ha afirmado.

El catedrático filósofo, serio, soso y formal no ha dudado a la hora de engañar a sus electores haciéndoles creer que existe una posibilidad de que el PSOE pudiera gobernar con Ciudadanos y Más Madrid, algo que fue posible en 2019 por números pero que es completamente imposible después del proceso de disolución de los naranjas. Es cierto que en filosofía el concepto verdad es muy debatible, no es lo mismo una verdad subjetiva que objetiva, pero no ha sido Gabilondo en su actividad política un firme defensor del subjetivismo hasta ayer. Ese arte en Madrid estaba reservado al trumpismo de Ayuso. Ni siquiera el señor Gabilondo puede acogerse al perspectivismo de Leibniz y defender que la verdad sobre la que realiza su argumento parte de su punto de vista cognitivo. Seamos prosaicos, señor Gabilondo, no hay teoría filosófica de la verdad sobre la que se pueda sustentar que usted no necesita a Pablo Iglesias para ser presidente. No engañe a sus electores, ni desde la metafísica.

El marco elegido por el líder del PSOE en Madrid es la negación de la legitimidad a Pablo Iglesias doblegándose al discurso dominante en los marcos del debate público fijados por los medios conservadores que solo aceptarán la negación del posfascismo en las instituciones si eso se lleva por delante al antifascismo. Con un agravante, nadie está negando la legitimidad a VOX para entrar en un gobierno con el PP, ya se ha aceptado como un hecho natural que ocurrirá sin mayor problema. Gabilondo ha virado a una posición cobarde considerando más aceptable los pactos con quien hasta ayer mismo gobernaban en Madrid con los votos fascistas que con quien considera los derechos humanos un bien inalienable.

Gabilondo ha pretendido engañar a los votantes de Ciudadanos temerosos del ruido, los pocos que en la sociología del votante naranja consideran a Ayuso un peligro, porque son muy pocos. Lo cierto es que si quiere ser presidente necesitará a Pablo Iglesias. No hay más. Le perturbe o no. Solo existe una posibilidad para que el candidato soso, serio y formal que nos presenta el PSOE en la batalla nacional en que se ha convertido Madrid no sea un mentiroso. Que no quiera ser presidente y solo aspire a no perturbar demasiado al PP para lograr ser Defensor del Pueblo. Un guerrero fiero para servir a la ciudadanía. Apañado está el pueblo, apañada está Madrid.