Las elecciones de Castilla y León demostraron que España está en caída libre democrática. Todos perdieron, salvo la extrema derecha, por lo que todos perdimos. El fracaso absoluto de Pablo Casado intentando lograr un triunfo propio que mine el imaginario triunfador de Isabel Díaz Ayuso como la gran figura del PP no debe esconder que la derrota es colectiva, aunque con culpables bien definidos.

Pablo Casado es un líder tocado, solo hay que ver cuándo lo hunden los propios. No importa lo que digamos los periodistas ni los analistas a la hora de valorarlo porque ningún argumentario que intente mitigar el desastre absoluto del adelanto de la convocatoria electoral podrá ocultar el ruido de cuchillos afilándose en la Puerta del Sol. Isabel Díaz Ayuso no va a tardar en volver a abrir brecha contra la dirección del Partido Popular porque el liderazgo de Pablo Casado está cuestionado desde los mismos altavoces que ensalzan a la presidenta de la Comunidad de Madrid. El editorial de 'El Mundo' ya ha exigido el discurso y las políticas de Isabel Díaz Ayuso como el camino a seguir a Pablo Casado tras calificar su estrepitoso fiasco: "Pablo Casado debe ahora tomar una decisión. Su posición es delicada. Estas elecciones no han servido para el propósito con que fueron concebidas por la cúpula de Génova". La dirección nacional del PP está en la diana de la derecha mediática.

Pablo Casado quería que estas elecciones, en su feudo histórico, en su lugar de nacimiento, fueran el inicio de un ciclo de victorias incontestables que continuaran con las andaluzas para cabalgar esa ola hasta Moncloa. El objetivo era acercarse a la mayoría absoluta para no depender de VOX y asestar un golpe al PSOE. No solo no lo consiguió, perdiendo votos y teniendo menos porcentaje de votos que en 2019, sino que cambió como socio a un partido derrotado como Ciudadanos para ensanchar y hacer más grande a su rival en el espectro ideológico. Pablo Casado ha adelantado elecciones para impulsar al partido con el que compite por los electores, la derrota puede ser total si VOX exige entrar en el gobierno y así ya no puede esconder a los españoles que su proyecto pasa por tener de vicepresidente a Santiago Abascal. A Casado le puede salvar, para no atarse a los posfascistas en un gobierno, que la estrategia de VOX hacia las elecciones generales le otorga pocos incentivos para meter como vicepresidente a un recién llegado sin experiencia y perder la pureza de oposición firme para comenzar a asumir el desgaste de gobernar.

La izquierda sale sonada y solo la inopia haría que no comenzaran a cambiar la dinámica. Podemos ya no es un proyecto viable en sí mismo. Ya no convence y cada vez que las urnas se abren tiene problemas, es residual o simplemente desaparece. La ausencia de un partido, sostenido hasta ahora por los cuadros de IU, más allá de los grandes personalismos ha hecho que su representación se disuelva poco a poco cada vez que se abren las urnas. Es algo que saben en el partido, los que están y los que siguen estando pero fuera de la política. El desánimo es absoluto y solo una militancia exigua en redes mantiene el entusiasmo por una formación que no tiene ninguna implementación en los barrios ni el territorio. No toca calle. A corto plazo la figura de Yolanda Díaz es la única que puede mantener un proyecto a la izquierda del PSOE, pero a largo es imprescindible construir un proyecto desde abajo que mantenga una estructura firme que no dependa de un liderazgo más aún cuando se empieza a vislumbrar la sangría que puede hacer a un proyecto progresista las plataformas localistas de la España Vaciada, que son las que mueven la nueva política de transversalidad que quería aglutinar el Podemos primigenio. La alternativa es la concentración de voto en el PSOE y la desaparición de una opción a su izquierda. No sean necios y tengan mirada larga. La coyuntura a corto plazo hace imprescindible que Podemos sea consciente de que tienen que dejar a Yolanda Díaz construir su proyecto al margen de su formación. Contando con ellos, pero sin que sean protagonistas. Podemos fue una herramienta útil que ya se ha mellado.

La extrema derecha comenzó a hacerse grande en España en el mismo momento en el que el relato agresivo de un partido nacionalista español como Ciudadanos fue validado como centro liberal con un discurso extremo abriendo el camino a VOX. La desaparición del partido que construyó Albert Rivera, y que lapidó en la foto de Colón, para poner la alfombra verde a los posfascistas se ha hecho carne. Su representación electoral ahora está ocupada por un partido de base fascista que fue abonado por el discurso extremo de Albert Rivera y que validaron todos aquellos que lo metieron con calzador en la política española. El naranja se ha podrido y ahora tiene moho.