Ya no hace falta vender la sede de Génova. Acaba de arder. La casa común del PP ha sido quemada por una Ayuso acorralada por un caso de corrupción que investigaba su propio partido. Isabel Díaz Ayuso reconoció en una rueda de prensa, sin precedentes en la historia de la democracia, que su hermano Tomás Díaz Ayuso cobró por un contrato que la comunidad que ella preside dio a una empresa de un amigo de su familia. La comparecencia no fue para dimitir por reconocer que su familia se benefició de manera sustancial por un contrato a dedo para comprar mascarillas en lo peor de la pandemia, sino para acusar a Pablo Casado, el líder de su partido, de haber tramado una trama de espionaje que tenía como objetivo acusarla de corrupción y hundirla por el simple hecho de querer presentarse a las primarias del PP de Madrid.

El Partido Popular ha implosionado, Isabel Díaz Ayuso lo ha dinamitado al no saber dar explicación al hecho de que su hermano se lucre con su presidencia. Las consecuencias de su movimiento casi suicida son imprevisibles. La lógica dice que Ayuso no podrá sobrevivir en el PP después de haber acusado al líder que la nombró de actuar de forma cruel contra ella para destruirla. Solo puede quedar uno y el que manda nunca cede voluntariamente. Los apoyos de Ayuso en esta guerra son el de Cayetana Álvarez de Toledo en el partido y el de Federico Jiménez Losantos en las ondas que, sin desdeñar el poder del locutor en su espectro ideológico, no es suficiente para doblar el brazo a un aparato que ya no puede hacer otra cosa que destruir a la que era la gran apuesta turboliberal de la derecha mediática cañí para frenar a VOX. Toca tomar posiciones por parte de cargos y voceros y un paso en falso defendiendo la chaqueta perdedora puede dejar sin calorcito pecuniario.

El expediente que le han abierto en la dirección nacional a Isabel Díaz Ayuso puede laminarla porque si la suspenden de militancia, y ha dado motivos legales con los estatutos por delante con su rueda de prensa, no podrá optar en el congreso regional y lograr el poder interno necesario para comenzar el proceso destituyente contra Pablo Casado. La fuerza de Ayuso es externa, de la militancia y los medios, pero la lucha interna tenía que ganarla desde fuera antes de comenzar la disputa orgánica. Puede que haya movido ficha demasiado rápido y de forma tan agresiva que es casi imposible que logre apoyos dentro del partido más allá de su núcleo duro de diputados.

La semana pasada el hijo del Albondiguilla, un voxero en redes al que mandaba a comprar teléfonos de prepago para sus corruptelas su padre, un antiguo alcalde pepero condenado en la Gürtel, se enzarzó en redes con la presidenta de la Comunidad de Madrid. El fascista llamó Lady Machete a Isabel Díaz Ayuso por contestar a VOX sobre el racismo con el que Rocío Monasterio se expresó contra las bandas latinas. Nadie esperaba que solo una semana después la escabechina pepera hiciera honor a ese mote.

Ayuso ha medido mal las fuerzas y ha intentando asestar el golpe en la yugular a Casado demasiado pronto. Las elecciones en Castilla y León y el fracaso de Pablo Casado con su adelanto le han hecho medir mal, el machete con el que quería descabezar de cuajo al líder de su partido estaba mellado. Lo que tenía que ser un golpe seco e indoloro falló y la respuesta igualmente agresiva la ha dejado herida de muerte. La ejecución que planeaba Miguel Ángel Rodríguez se ha convertido en una carnicería sangrienta a la vista de todo el mundo que no ha dejado a nadie sin salpicar en todo Madrid. Desde Galicia esperan para limpiar la sangre rezando para que no coagule.