Luis García Montero se presentó en 2015 a las elecciones en la Comunidad de Madrid por IU frente a un Podemos poderoso que acababa de irrumpir para poner en cuestión el sistema bipartidista. El poeta consiguió un resultado similar al que ha conseguido Podemos junto con IU en 2023. La suma de los dos partidos ha logrado solo 20.000 votos más que el poeta y ha conseguido el mismo número de escaños: ninguno. La desaparición de Podemos en Madrid, el lugar que le vio nacer, es la noticia precursora de un fin de ciclo ilusionante para la izquierda. Los mismos que lograron consolidar un éxito inimaginable han certificado su defunción con una estrategia suicida, errática y próxima al delirio conspiranoico. Podemos puede mirar en Ciudadanos su futuro porque le lleva seis meses de ventaja.

No es una sorpresa lo que ha ocurrido en las elecciones a la izquierda del PSOE. Se venía advirtiendo desde hace meses porque se conocía hacia dónde llevaba esa deriva gracias a la experiencia de años de practicarla. Podemos había sido aire fresco en su aparición precisamente por cambiar esas dinámicas sectarias que solo nos hablaban a unos pocos idealistas, de férreos valores y convicciones, pero que nunca conseguían seducir a una masa electoral importante para transformar esas ideas de justicia social en medidas concretas que ayuden a las más vulnerables. Podemos ha dilapidado su legado equivocándose muchas veces de manera constante y sin saber identificar esas equivocaciones. En Podemos siguen pensando que su estrategia de comunicación con la ley de 'Sí es sí' ha sido correcta. Siguen sin verlo, están convencidos de que han hecho todo bien y el problema se circunscribe a unos cuantos jueces fachas y a contadores de violadores excarcelados. Era una lógica incontestable que Podemos desaparecería de las grandes plazas si se convertía en una izquierda autorreferencial que solo hablase de problemas de nicho destinados a que una minoría muy convencida que le aplaudiera.

La estrategia de bunkerización orgánica de la dirección de Podemos, con Ione Belarra e Irene Montero a la cabeza, ha llevado de manera irremisible a un discurso que escudriñaba los puntos ciegos de los aliados del espacio para meter el dedo en el ojo a Sumar, Más Madrid o Compromís y adquirir la pureza que tiene todo movimiento extraparlamentario. Lo están logrando, puros pero inocuos. Como siempre en la historia de la izquierda, que lo único que ofrece son golpes en el pecho y juntarse unos cuántos en sedes vacías con muchos carteles contra la OTAN, camisetas del EZLN y discursos onanistas de valentía y coraje. La campaña de Podemos se ha centrado en insultar a los socios posibles de Sumar y a poner el foco en las diferencias que podría haber entre espacios. Una lógica soberbia e irresponsable que ha consolidado la desmovilización, la abstención y la instauración de una sensación desilusionante. El humor social que ha creado la élite de Podemos ha empapado al electorado progresista de una apatía existencial que ha afectado a todo el espacio pero que sobre todo ha conseguido que el partido morado sea identificado como un agente tóxico en la izquierda que solo perjudica las posibilidades de lograr gobiernos progresistas. Es tal la sensación que transmite Podemos en sus socios, que en IU se están planteando qué les suma acudir con Podemos cuando en los lugares donde se presentan juntos han desaparecido y allí donde se presentan por separado han logrado muchos mejores resultados.

El comienzo de campaña de Podemos-IU fue en Orcasitas. Una de las cunas del movimiento obrero y vecinal en Madrid, un barrio amigo, que tendría que ser casa para la izquierda. La imagen del mitin con la plana mayor estatal del partido era desoladora. No más de 20 personas, la mayoría de ellos eran fotógrafos y cámaras de prensa. La fotografía era precursora del resultado. La campaña de Podemos en Madrid fue dirigida desde fuera para conseguir epatar con pancartas y clickbaits propios de libelos sensacionalistas más dirigidos a conseguir material para una tele antes que para que Alejandra Jacinto tuviera un buen resultado en las elecciones autonómicas. Ningún asesor de campaña hubiera considerado una buena idea poner una pancarta en el barrio de Salamanca para insultar a esos vecinos y encabronar a aquellos que jamás van a votarte, no es una brillante idea promover la movilización de quien nunca te votará. Queda por saber si la lona de los Cayetanos era una idea para la campaña política de Roberto Sotomayor o por el contrario solo buscaba dar material audiovisual a un canal de internet. El mayor hándicap de Podemos es no saber identificar quién es el enemigo, ha gastado sus fuerzas endógenas y exógenas en apuntar a todos aquellos dentro del espacio que compartían ideología pero no le reían las gracias a la estrategia kamikaze de la dirección morada. El partido se ha convertido en un órgano de familia que solo buscaba disciplinar a quien le caía mal y se ha olvidado que la política es buscar el acuerdo de muchos diferentes que piensan parecido. El resultado es la lógica derivada de una práctica de desprecio sistemático a quienes miraban espantados las declaraciones, discursos y prácticas de una cúpula que creía que la nueva deriva reaccionaria se combatía replegándose en la cueva y poniendo en el centro la descalificación a todos los que son socios potenciales. No es demasiada sorpresa que una campaña de comunicación centrada en combatir al gobierno del que forma parte sea un desastre garantizado.

Ahora, el futuro. Lo próximo que veremos será una ingente cantidad de cargos de Podemos que abandonen la formación buscando en Sumar como única tabla de salvación viendo que la dirección estratégica de Ione Belarra, Irene Montero y Lilith Vestrynge les lleva a la desaparición. Ya no hay cargos ni nóminas que repartir porque los ministerios que posee Podemos no tienen suficiente poder para recoger todo el poder orgánico perdido en las elecciones autonómicas y municipales. Ministerios que pueden no llegar a septiembre porque Pedro Sánchez no va a tener paciencia con Sumar después de que las elecciones municipales hayan sido vistas como un castigo al PSOE y sus alianzas. Si Podemos no ceja en su empeño desestabilizador con Yolanda Díaz, no es desdeñable la opción de que el presidente destituya a Irene Montero e Ione Belarra para soltar lastre, consciente de que ahora mantener a Podemos en su gobierno le resta más que le suma. Las elecciones municipales han bajado las acciones del partido morado y ahora han perdido todo poder negociador, han echado un órdago a grande a Yolanda Díaz teniendo cartas de chica y se les ha visto la mano. La izquierda cuqui ya sabe que Podemos no tiene demasiado que ofrecerle.