Esta semana se conformará un gobierno socialdemócrata. Socialdemócrata suave. Con medidas que vuelven a recuperar derechos perdidos, reformas fiscales moderadas y proyectos sociales poco ambiciosos. Un gobierno que para alguien de izquierdas sirve pero no convence. Posibilista. Apañado para capear el temporal, poco más. Aunque ha tenido la virtud de desatar antes de conformarse las iras antidemocráticas de nuestra derecha doctrinaria. De genes absolutistas y carlistas. Firmantes de los persas. Mucho espumarajo que al menos ayuda a disfrutar un gobierno que no ilusiona demasiado por fondo y tiempo a los que ambicionan reformas más profundas en zocata dirección.

La reacción ha sido similar a la que hubiera podido producirse si las huestes rojas estuvieran tomando el Palacio de Oriente y planeando koljós brindando con los vinos reales. He echado de menos a Lavr Kornílov y sus cosacos avanzando hacia Petrogrado pero no ha estado mal el desvarío de declaraciones, amenazas y berreos hiperventilados.

El concejal electo de Vox en Cáceres, aunque ahora va por libre, escribió que quería ver a Pedro Sánchez y su esposa colgados como Benito Mussolini. Al menos el odio primitivo que tienen les sirve para acercarnos lo más posible a una condena al fascismo que vamos a ver al recordar al Duce colgado de la Esso en Piazza Loreto. Pablo Santiago Chiquero define en "Cervantes para cabras, Marx para ovejas" a esta especie de personajes de establo como "de testosterona fuerte y neurona corta". Y tanto, como que ahora el hombre dice que él no fue. Que le hackearon la cuenta. Es muy propio de estos cobardes de pronto achique correr a esconderse cuando tienen que afrontar sus bravatas.

Ciudadanos ha lanzado una campaña en redes que se llama "Frenar a Sánchez", el PP ha recuperado el felón de Casado y Jaime Berenguer, un diputado de VOX en la Asamblea de Madrid y Conde de Cifuentes, que antes fue de UPYD, ha dejado escrito que no está sujeto a ninguna legalidad que le ate al respeto a la presidencia de Pedro Sánchez. Es un grande de España. Está acostumbrado al privilegio. Y a la cobardía.

Porque son golpistas, pero sin oportunidad y con poco coraje. La investidura de Pedro Sánchez comenzará el 4 de enero. No es por falta de ganas que todos estos individuos nombrados y otros muchos más de su misma estirpe querrían emular a Pavía y entrar a caballo en el Congreso cuando se diera nombre al electo presidente. El acto del 3 de enero, lo llamó el General en el telegrama que envió a los jefes militares cuando consumó el golpe que acabó con la República Federal evitando la elección de Eduardo Palanca Asensí.

En dicha misiva dejó claro que lo hacía para evitar la destrucción de la patria que preveía por la cantonalización de España e instauró la República unitaria del dictador Francisco Serrano que finiquitaría el primer periodo republicano en España. Los actuales piensan como Manuel Pavía, pero no tienen agallas para arriesgarse. Así que respiren hondo y vociferen desde sus escaños. Lloren, pataleen y no molesten demasiado. Acostúmbrense a la democracia o atrévanse a subvertirla, que tanto lamento resulta patético. La antiespaña suma más escaños en el Congreso, ya ha tomado hasta Teruel, y aunque no les guste la pluralidad la van a tener que tolerar.