Pedro Rollán tendría todo mi respeto si hubiera llegado a presidente del Senado poniendo en su currículum, desde que era alcalde de Torrejón, que su única responsabilidad y formación se basaban en la experiencia profesional como almacenero de Schweppes. No sé qué puede ver de malo en haber trabajado de lo que ha podido para ganarse la vida antes de entrar en política, haya tenido o no formación reglada. Hubiera sido una bonita historia de la que sacar pecho cuando alguien le quisiera sacar la experiencia de vida. Pero no, decidió mentir.

Como responsable de prensa me gustaría trabajar con una biografía con esos mimbres. De almacenero a presidente del Senado, una historia de superación de esas que tanto gustan a la derecha. Pero, de manera increíble, Pedro Rollán consideró cuando se presentaba a alcalde de Torrejón que era mejor decir que tenía un diplomatura en Marketing y un Máster en Dirección y Administración de Empresas. No hay nada más random e insustancial y con menos glamour político. Pero por alguna razón que no alcanzo a comprender consideró que esos cursitos de pinta y colorea en una institución privada de formación profesional le servirían para hacerse pasar por titulado universitario y posgrado y parecer más serio frente al electorado. Siguió mintiendo diciendo que tenía tres másteres cuando era diputado en la Asamblea de Madrid. Ahora le toca dar explicaciones. Mentir en la formación es motivo de dimisión inmediata porque quien se ha esforzado de verdad para conseguirlo sí sabe lo que cuesta.

Una de las cosas que escasean en la política institucional son trabajadores y trabajadoras normales, gente de clase obrera, cargos intermedios, personas de la sociedad civil que hayan llegado a la política sabiendo lo difícil que es ganarse la vida en el sector privado o habiendo tenido que estar dando tumbos como interino en la administración pública después de haber aprobado una oposición, autónomos, curritos, personas que se hayan tenido que ganar el jornal y pagar el alquiler sin favores, beneficios y relaciones de poder. Ciudadanos que cada día tienen que coger el transporte público depauperado para ir a currar, gente que vive en zonas rurales abandonadas sin servicios, migrantes que saben cómo se les explota por una miseria y pobres que tienen que esperar tres semanas para pedir una cita médica porque la atención primaria está devastada. Gente. Pueblo.

Marcelino Camacho era fresador y Marcelino Iglesias era minero. A mucha honra. No tenían formación universitaria y ni falta que les hacía para poder hacer carrera en política defendiendo los intereses de quienes les votaron y les eligieron como referente en las instituciones. Siempre he defendido que los partidos de izquierdas tienen que tener una cuota de clase que ponga en los primeros números de las listas electorales a personas de la clase trabajadora tradicional. Me genera mucha más confianza un partido que incluye entre sus diputados a cajeras, dependientes, agricultoras, camareros o mineras que uno que solo tiene a licenciados y doctores. El gran problema de la política de nuestro tiempo es la falta de representatividad de una parte importante de la población y no que un diputado raso tengo una licenciatura que no ha podido desarrollar con experiencia profesional.

Pero Pedro Rollán se avergüenza de lo que ha sido y siempre ha considerado que era poca cosa presentarse como almacenero de Schweppes. Es una pena, pero ahora le toca dimitir según el baremo que Miguel Tellado quiso vendernos al hacer dimitir a Noelia Núñez. El cambio de fichas que el PP buscaba con una diputada joven que no le servía demasiado porque era del cupo de Ayuso en la dirección les ha salido rana porque ahora la guerra de currículums se cierne sobre la cuarta autoridad del Estado y el presidente de la Junta de Andalucía.

Sacar pecho con la ejemplaridad cuando haces una purga interna con la Ayuso de Fuenlabrada solo puede parecerle una buena idea a alguien con pocas luces que se creería que no le iban a salir cadáveres académicos de alto rango en el armario. Esto no ha acabado aquí, va a haber más casos, pero el simple hecho de que el PP esté mirando hacia otro lado esperando que el calor de agosto derrita la guerra curricular deja en evidencia que no hace falta ser licenciado para tener pocas luces. Solo hay que ver la brillante idea estratégica de un titulado universitario como Miguel Tellado para dejar claro que la formación no te quita la estulticia.