Son seis pero podrían ser todos la misma persona. Seis hombres que pactan, que visten como visten los señores de toda la vida, sin estridencia alguna, un azul oscuro casi negro con camisa clara. Tres van sin corbata y los otros tres con una de idéntico color, que parecen ir al mismo peluquero a pedirle "lo de siempre" cada tres o cuatro semanas. Tres llevan carpetita del color azul de su partido. Los otros -aunque ya hemos dicho que pueden ser todos el mismo- van a pelo, apenas una libretita con un boli bueno, que no parezca que vamos a pasar el rato.

Son seis hombres que se miran a la cara y se dicen que sí, que todo irá bien, que pelillos a la mar, que han tardado en ponerse de acuerdo menos tiempo del que dura cualquier estreno cinematográfico hoy en día. Que brindan con agua que se sirve en jarra de acero inoxidable, el mismo material con el que se cincelan algunos rostros. "Sonríe, ya viene el cambio". Así acaba la biografía del perfil de Twitter de Carlos Mazón, que es el que enseña dentadura en la foto. Dientes, dientes, que es lo que los jode, decía la Pantoja. Habrá que ver a quién, president.

Hace tiempo que decidí que se vive mejor rebajando expectativas. Empecé conmigo misma, cansada de sentir que no estaba altura. Después lo apliqué al resto. Me alteran poco las derrotas del Atlético de Madrid y el Estudiantes, el final de una película.

Es un estado un poco anestesiado y distante que me mantiene más fría que de costumbre, menos sentida de lo habitual. Es un estado que parecen sostener estos señores en esta reunión de la que han salido con un acuerdo de gobiernodespués de sacudir a un lado –"salida digna", lo llaman- a un portavoz condenado por violencia machista. Después de días en los que ladraban ante un apocalipsis por el lado izquierdo. Después de redactar ese prodigio de acuerdo, en la forma y en el fondo. Magnífica sintaxis, exquisita precisión, me quedo tranquilísima al respecto.

Por cierto, una duda. Si Carlos Flores sale elegido como diputado del Congreso y Borja Sémper vuelve a hablar de líneas rojas si toca pactar un gobierno tras el 23 de julio qué hará Vox con él, ¿lo devuelve a Valencia?

Leo y escucho a algunos admirados colegas sorprenderse de la celeridad del acuerdo. Como si esperaran otra cosa. Como si no hubiera otra salida que ésta. Como si ese matrimonio de conveniencia no fuera el escenario que se maneja en ayuntamientos, en comunidades autónomas y en el gobierno de España.

Como si no fuera lo que desean los votantes de ambas formaciones, que no se lleve nadie las manos a la cabeza que se ensucia el pelo. Unos porque siguen creyendo en aquello de que cuando les toque gobernar sus socios se centrarán. Un saludo a Alfonso Fernández-Mañueco. Otros porque saben que es lo único a lo que aspirar para culminar la noche.

Pagaría una cantidad considerable de dinero por ver y escuchar a los hombres y mujeres -que las habrá, imagino- que rodean a Alberto Núñez Feijóo. Por escuchar al líder del PP sin micrófono delante y sin asesores vigilantes detrás. Saber de una vez por todas si derogar al sanchismo también pasa por esto, que no es otra cosa que abrirle la puerta a un partido que, a falta de propuestas, nos quiere llevar de viaje a una España en la que no cabemos todos, a una sociedad monocolor como las chaquetas y las corbatas de los señores de la foto.

Más que nada, por rebajar expectativas. Las mías no, las del resto.