Oceanía
Un viaje entre termitas y cascadas en el norte de Australia
Hacer senderismo en el Parque Nacional Litchfield, en el Territorio del Norte, es mucho más que una experiencia en plena naturaleza.
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De entre los diferentes destinos naturales de Australia, uno de los que más llama la atención por su originalidad (como si no fuera ya de por sí un país bastante diferente al resto del planeta...) es el Parque Nacional Litchfield, situado en el centro norte del país. Y lo es gracias a dos características que no se encuentran del mismo modo en el resto de la isla: sus cascadas y, sobre todo, sus termiteros gigantes. Viajar hasta aquí, desde la ciudad de Darwin, es toda una experiencia de naturaleza virgen. Se encuentra a tan sólo dos horas en coche y cuenta con una carretera principal que facilita el acceso (aunque se recomienda realizar toda la aventura en 4x4). Una vez dentro del parque, solo hay que escoger el camino, ya sea a Buley Rockhole o a las espectaculares cataratas Florence, Tolmer y Wangi. Las de Florence son dos torrentes parejos en cuyo lecho es posible el baño. Pegarse un chapuzón y nadar un poco en esa piscina natural es como estar en el paraíso. A nuestro alrededor, un barranco lleno de enredaderas y, de vez en cuando, algunos walarós y walabíes presenciarán nuestro baño. Más tranquilas son las aguas de Buley Rockhole, una serie de piscinas naturales en un bosque también calmado. Para llegar a las cataratas de Tolmer, en cambio, hay que recorrer caminos algo más escarpados, enmarcados en un bello paisaje de montañas de arenisca. También merece la pena llegar a la cima de las cataratas de Tjaetaba, un lugar sagrado aborigen. Sin embargo, la más grande es la de Wangi, donde podremos hacer un pícnic junto a cuevas de murciélagos. Pero la atracción que nadie olvida en Litchfield es la de los termiteros gigantes. Se encuentra a apenas unos kilómetros de la entrada del parque, con una forma que recuerda a las lápidas de un cementerio. Millones de diminutas termitas los han construido para proteger los interiores del sol. Algunos tienen más de dos metros de altura y se encuentran protegidos, aunque fácilmente visibles desde los caminos. Una experiencia única que combina fauna, surrealismo, chapuzones y los mejores paisajes.
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