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América Sur

San Blas, una isla diferente para cada día del año

San Blas, un archipiélago de 365 islas al este del Canal de Panamá.

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¿Alguna vez dibujaste de niño una isla desierta? Si la respuesta es sí, apuesto a que sería un peñón de arena fina y blanca, una palmera cocotera y, como mucho, un náufrago. Ahora, sustituye al náufrago por indígenas, añade una cabaña de paja y agrega 365 islas de dimensiones similares. ¡Voilá! Bienvenido a San Blas. Bienvenido al paraíso, si como paraíso entiendes un lugar espectacularmente bello, donde estar alejado de una conexión wifi, 3G, horarios, civilización ni un lugar donde cobijarse má  s allá de un techo de paja. Si buscas paz y tranquilidad y convivir con los indios de la comarca Guna Yala, este es tu sitio. El archipiélago de San Blas se sitúa en el mar Caribe, frente a la costa norte y al este del Canal de Panamá. 365 islas forman este archipiélago, el más grande del Caribe y solo 80 están habitadas por los indios Guna. Ellos son quienes te esperan en el puerto, te llevan en un bote hasta la isla de destino, cocinarán para ti y te contarán todo lo que quieras saber acerca de su etnia indígena. Verás cómo suben a lo más alto de una palmera para bajar los cocos y pescan frente a ti el centollo más grande y sabroso que cualquiera que hayas probado antes. Cuando cae la noche, a eso de las 7 de la tarde, se encienden las luces dispuestas a lo largo de todas las islas para iluminarlas durante 4 horas, después, solo queda el murmullo del mar, nada más, nada menos. Lo más sorprendente de todo es la sensación de llegar a San Blas por primera vez. La impresión es increíble, como de haberse metido dentro de una postal y formaras parte de su paisaje. La sorpresa de convivir con los Guna y ver que mantienen intactas sus tradiciones y forma de vida, que compartirán gustosamente con el turista, es única. Por algo será que los Guna tienen sus propias leyes y no han permitido (y por el momento no hay previsión de que así lo hagan) edificar ni construir ningún resort ni hotel de lujo. Tal vez sea por eso que incluso ellos mismos no quieran salir de este gran paraíso que por difícil que parezca, conocen a la perfección. Las islas se han formado por acumulación de coral y están cubiertas por palmeras cocoteras. Atención con estos porque se desprenden continuamente y, como dicen, mueren más personas al año por una caído de coco que por la mordida de un tiburón. Contrario a la idea que muchos puedan tener, en San Blas no hay animales peligrosos ni salvajes y los mosquitos “chitra” no son una gran amenaza aunque si se lleva un spray antimosquitos, mejor. Es el mar Caribe por lo que las aguas son indescriptiblemente preciosas, color verde esmeralda, aguamarina, malaquita, toda la gama de verdes y azules según la luz del sol. Aquí todo ocurre antes. Te despiertas pronto, almuerzas a la llamada de los Gunas a través de una caracola y te acuestas antes de lo que crees. A las 12 ya no hay mucho más que hacer por lo que hay que aprovechar el día. Para ello, es recomendable hacer la excursión de 3 horas a las islas vecinas. Incluye snorkeling por los corales, visita a una piscina natural plagada de estrellas de mar que puedes coger con precaución para hacerte una foto. Si planeas visitar Panamá, San Blas debería estar en el número uno de tu lista de paradas obligadas. Se puede llegar vía terrestre, unas 2 horas en coche por una única carretera que no es del todo cómoda, o bien por vía aérea, 40 minutos. Recomiendo llevar un cooler con víveres pues allí apenas venden soda y algo para picar, dependiendo de la isla. Y ya puestos a recomendar, Narasgandup (nombre Guna) o Naranjo Chico tiene un rincón para estar tumbado sobre la fina arena, con otras islas como fondo, en la que estar entregado en cuerpo y alma al mar Caribe del que no se querrá salir.

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