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Japón, al natural

Japón, al natural

Japón huele a verde, y a verde intenso.

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Es fácil leer o escuchar que Japón huele mal. Y es verdad. Las ciudades grandes, tanto en el centro como en las afueras, tienen un olor fuerte que a nuestros sentidos se asemeja a la soja o a especias fuertes. Sin embargo también es verdad que Japón huele a verde, y a verde intenso. Y para disfrutar de este olor ni siquiera hay que salir de las grandes ciudades en las que las salidas de humos de restaurantes y centros comerciales empapan todo su alrededor. La misma ciudad de Tokio cuenta con dos impresionantes parques que funcionan como sus pulmones y como zona de retiro y descanso para los que viven allí. El Parque Ueno y el Parque Yoyogi. Ambos recogen en decenas de hectáreas la naturaleza más característica del país y ambos son dos placenteros paseos en los que desintoxicar el olfato y la mente de la intensidad de la ciudad. Pero donde de verdad se encuentra la naturaleza más auténtica de Japón es fuera de sus ciudades. No muy lejos, y gracias a su impecable sistema de transporte, a muy poco tiempo de distancia, es posible llegar a las montañas de Nikko, en la región de Kanto. Nikko, destino turístico por sus templos nombrados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuenta con un contexto natural digno de contemplar y disfrutar. En autobús es posible llegar a la cima de este sistema montañoso en el que, acompañados con suerte de algún que otro mono (literal), es posible disfrutar de una impresionante cascada y un maravilloso y tranquilo lago. El aire que se respira es de lo más puro, fresco y húmedo que se puede encontrar, al menos en este país. Y para terminar la escapada, una ruta entre sus templos y santuarios, saltándose (un poco solo) las limitaciones marcadas para encontrar regalos naturales dignos de ser descubiertos. Destacan también de Japón por su contexto natural y turístico Nara y Miyajima. El primero, un parque natural de más de 500 hectáreas del que llaman poderosamente la atención los más de 1.000 ciervos que pasean libremente por los jardines del parque. De Miyajima se podrían escribir líneas y líneas, sobre su impresionante tori sobre el mar, sobre su cercanía a Hirosima, sobre la mágica historia de la isla en la cultura japonesa… pero también sobre su inmensidad natural. Mar y montaña en una pequeña isla. Ýrboles, plantas, flores y más ciervos ven cada día cómo las mareas del mar suben y bajan y con ellas la bahía de la isla y su tori.

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