Asia
Jaipur, la vida en rosa
Una ciudad de contrastes en el país de los contrastes
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Popularmente conocida como la “ciudad rosa”, cuenta la leyenda que allá por 1853 con motivo de la visita del Príncipe de Gales las autoridades decidieron engalanar la ciudad y pintar las fachadas de sus edificios de rosa, el color de la buena suerte según la creencia popular. Capital del Rajastán, fue el máximo exponente de la India de los marajás, de la opulencia y la extravagancia. Hoy en día es un lugar de contrastes y todo un festín para la vista. Rodeada de colinas, en un entorno árido, ya hace tiempo que la ciudad desbordo los confines de las murallas que la rodeaban antiguamente. En sus calles atestadas de coches, rickshaws y bicicletas no es extraño ver a elefantes elegantemente “maquillados” junto a peatones tratando de esquivar su caótico trafico. En el casco histórico nos encontramos con el verdadero símbolo de Jaipur, el Hawa Mahal más conocido como Palacio de los Vientos, por el sonido que produce el aire al colarse por sus ventanales. Construido en el siglo XVIII por orden del rey Sawan Pratap Singh para albergar a las mujeres de su harén. Una construcción llena de ventanas semioctogonales que parecen una celosía desde donde las damas de la corte podían observar la vida cotidiana sin ser vistas. En la misma zona se encuentra el Palacio de la Ciudad, una mezcla de arquitectura rajastaní y mogol que ocupa una extensa área con sus patios jardines y edificios. Una vez en su interior parece que estamos en una ciudad dentro de la ciudad. El centro lo ocupa el Chandra Mahal, un edificio de siete pisos desde el que tenemos unas estupendas vistas de los jardines, además, de salas de audiencias y un museo con una colección de armas y trajes reales. Para los amantes de la astronomía, precisamente al lado del palacio se encuentra el observatorio astronómico solar o Jantar Mantar, el mayor y mejor conservado de los cinco que mando construir Jai Singh y que cuenta con un asombroso reloj solar. Si además queremos palpar la algarabía de esta ciudad no queda más remedio que lanzarse a recorrer sus destartalados puestos callejeros o sus bazares. Ir de compras puede llegar a dejarnos exhaustos ya que podemos encontrar montones de productos artesanales, desde tejidos de calidad, marionetas, muebles tallados, miniaturas, figuras de mármol, bisutería, piedras preciosas y semipreciosas… En cualquiera de las tiendas tendremos que vernos las caras con sus persuasivos y tenaces vendedores capaces de volvernos locos. Llegados a ese extremo no queda más remedio que respirar hondo e ignorarlos.
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