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Asia

Es Irán pero llámale Persia

El legado persa cuenta con magníficas mezquitas, exóticos palacios y grandiosas plazas

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El turismo crece lentamente en la tierra de los ayatolás, se ha entreabierto la puerta que nos permite adentrarnos en un país que cuenta con un legado histórico y cultural apabullante, que alberga ciudades con verdaderas joyas artísticas de gran belleza y una población que ante todo quiere mostrar sus maravillas al mundo. Es Irán, pero llámale Persia. No es un viaje duro pero tampoco es cómodo, debido a una serie de normas impuestas por las autoridades, en especial para las mujeres que tenemos que llevar la cabeza cubierta en público. El ocio se hace de puertas para adentro en las casa ya que no existen bares, discotecas o clubes nocturnos y el consumo de alcohol esta estrictamente prohibido. Sin embargo sus gentes, educadas, afables y generosas, están empeñadas en lavar la nefasta imagen internacional que se tiene de su país. Dispuestos en cualquier momento a compartir un café o simplemente charlar con cualquier extranjero. Este país que antes de la revolución iraní era considerado el más occidentalizado de la región esta evolucionando lentamente en materia turística, poco a poco se construyen o renuevan hoteles, restaurantes. La primera impresión al llegar a Teherán nos deja un poco fríos, a pesar de ser una de las capitales más importantes del mundo islámico. Quizá sea porque en nuestra mente teníamos imágenes de la belleza de otras grandes urbes de Oriente Medio, como El Cairo o Estambul. Pero la cosa cambia cuando nos lanzamos a la carretera a recorrer los verdaderos tesoros que encierra. Los trayectos en coche pueden ser largos y cansados pero muestran la realidad del país, la vida cotidiana de sus gentes en los pueblos o en el campo. Un recorrido que nos lleva a espectaculares ciudades como Isfahan, una ciudad del desierto, un verdadero tesoro arquitectónico que muestra esa perfecta unión entre los colores y la decoración. Shiraz, antigua capital persa durante el reinado de Harim Khan en el siglo XVIII, que en los tiempos medievales recibía el nombre de Dar-ol-Elm, Casa de la Erudición, debido a los literatos, poetas y eruditos que dió. A encontramos con el fasto de Persépolis. Fundada por Dario el Grande, fue la capital de un imperio que se extendía desde la India al mar Egeo y desde Egipto al mar Negro y si no hubiera sido por Alejandro Magno que la incendio podría haber sido el centro del mundo civilizado.

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