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Europa

El intenso legado del Castillo de Chantilly

Situado cerca de Paris refleja del esplendor histórico y artístico de Francia

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Chantilly es famosa por sus carreras de caballos, también da nombre a una famosa crema, creada por François Vatel y servida en un estrafalario banquete en honor a Luis XIV, pero ante todo es famosa por su castillo que se alza sobre uno de los mayores bosques de los alrededores de Paris, concretamente el Macizo de Tres Bosques. Escaparnos hasta Chantilly es sumergirnos en una pequeña ciudad pero con un extenso bagaje histórico a sus espaldas en la que van de la mano tradición y modernidad. Visitar su castillo supone un retroceso en el tiempo, un paseo por una historia llena de altibajos, de días de gloria junto a días convulsos, fiel reflejo del devenir histórico de Francia. Construido en la Edad Media, es, sin duda, uno de los castillos más bellos de Francia y está a menos de una hora de París. Varios clanes de los más poderosos del país lo han habitado desde sus orígenes pero serán los Montmorencys quienes llevarán a cabo su construcción en 1560. Más tarde, ya en el siglo XVII pasará a ser propiedad de la familia Bourbon-Condé que llevará a cabo una serie de ampliaciones en sus instalaciones haciendo hincapié en sus jardines a los que dotará de lagos, cascadas o canales, incluso encargará a André Le Nôtre el diseño de un laberinto. Gran parte de su estructura fue destruida durante la Revolución Francesa y lo que quedo en pie se utilizó como prisión. Lo reconstruirá Enrique de Orleans, su último dueño, en 1830. Al morir sin descendencia lo donará al Instituto de Francia junto con su biblioteca y su colección privada de arte con la condición de su conservación y su apertura al público. Un conjunto arquitectónico que cuenta con un edificio cuya estructura es más imponente que bella, el Museo Condé y su excelente colección de pintura antigua solamente superada por el Louvre. Más de 800 obras dan muestra de ello, las más interesantes se encuentran en la rotonda de la galería. Lienzos de Boticelli, Rafael, Cosimo, Ingres o Delacroix cubren sus paredes. Su biblioteca no es menos espectacular y sorprende con sus más de 13.000 volúmenes. Aunque de algunos libros se exponen sus facsímiles nos permite darnos una idea de cómo serán los originales. Si la parte interior del castillo impresiona su exterior no desmerece. Rodeado de agua en el que destacan sus conjuntos de estanques y sendas diseñadas por Le Notrê. Unos magníficos jardines divididos en secciones: el Jardín Inglés con el Templo de Venus y la Isla del Amor, el Jardín Chino o el pabellón privado de la Duquesa de Montmorency. A través de las avenidas nos acercamos al colosal edificio de las caballerizas, construido a principios del XVIII por el príncipe Condé que creía que se reencarnaría en un caballo y quería un alojamiento acorde con su rango. Hoy convertido en Museo del Caballo cuenta con una pista central en la que se realizan demostraciones ecuestres y varias salas sobre actividades, obras de arte e historia del universo que rodea a estos animales. Se realizan visitas guiadas. Durante algunos meses se puede subir en globo para apreciar su espléndida panorámica y los que no son partidarios de las alturas pueden optar por una excursión en barca por los alrededores.

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