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Europa

Freudenberg, un pueblo en blanco y negro

Casas con entramado de madera, naturaleza y ambiente medieval

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Alemania tiene muchas peculiaridades y virtudes, y una de ellas es que acoge un gran número de pueblos singulares. Montañas, naturaleza, bosques, prados, ríos y valles, en la zona más rural del país prácticamente todo se tiñe de color verde, un tono vibrante y lleno de vida que casi invita a rodar ladera abajo. Perderse entre callejuelas de casas con entramados de madera, suelo empedrado y trazado irregular es un auténtico placer mientras se respira el aire puro. El pequeño pueblo de Freudenberg es, quizás, una de las localidades con más encanto y fotogenia de la zona de Alemania en la que se ubica. Se encuentra en el distrito de Siegen-Wittgenstein, en Renania del Norte-Westfalia, y a ella se llega a través de una carretera que une las ciudades y regiones asociadas con la Casa de Orange. Su encanto se concentra principalmente en el núcleo del pueblo, en la zona llamada Alter Flecken. En ella se puede observar un montón de casas con entramado de madera, en blanco y negro y alineadas como si estuvieran formando filas. Es la imagen más característica y también más fotografiada de la localidad y, a pesar de que este tipo de casas es característico de muchas regiones de Alemania, resulta especialmente característico en Freudenberg. Además, se ha incluido en muchos libros como monumento de importancia internacional. Freudenberg es una localidad que consigue trasladar a sus visitantes de vuelta a la Edad Media. En ella se puede visitar el Stadmuseum, el Museo de la Ciudad, en el que se exponen objetos y documentos que narran la historia de la población, además de una amplia colección de relojes. El Museo de la Técnica o Technikmuseum, acoge muestras del comercio y el desarrollo industrial que ha tenido Freudenberg desde su fundación en la Edad Media, y también vehículos y máquinas como una máquina de vapor que data de 1904. En este pueblo nació el historiador alemán Hans-Ulrich Wehler y de él desciende Buzz Aldrin, el astronauta del Apolo XI, quien tiene un antepasado que vivió en Freudenberg alrededor de 1660. Con tan solo echar un vistazo al paisaje actual, cualquiera puede hacerse a la idea de cómo era Freudenberg hace varios siglos. La población empezó a destacar en el siglo XI, gracias al comercio y a su gran castillo, bajo la protección de los condes de Nassau. Sin embargo, de las construcciones de entonces quedan pocos restos en pie, puesto que el pueblo fue arrasado por varios incendios. En él, se puede disfrutar del entorno de muchas maneras, desde rutas de senderismo hasta rutas en bicicleta entre abetos y árboles de hoja caduca. Su iglesia es evangélica y fue construida en 1585, siendo su campanario la única torre que se conserva del castillo original. Durante la temporada de verano en Freudenberg tiene lugar un festival de teatro que se celebra al aire libre. Un destino peculiar y repleto de encanto que se puede visitar junto con los demás pueblos que embellecen esta zona de Alemania.

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