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Asia

Cuando el agua ruge

El poderoso efecto hipnótico de las cataratas

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Cascadas, caídas, saltos, cataratas, torrentes o rápidos… cualquiera de estos términos nos sirven para designar la sobrecogedora visión de ver millones de litros de agua despeñarse desde una altura de cientos de metros. Estos iconos de belleza son uno de los espectáculos más impactantes de la naturaleza. Un sonido ensordecedor nos alerta de que nos estamos acercando a un espectáculo único e impactante, una caída bestial de toneladas de agua que hacen que no podamos apartar nuestra mirada. Saltos de agua que decoran la geografía del planeta, de norte a sur, de este oeste. Apabullantes como las de Iguazú, ubicadas en un marco inigualable entre Brasil, Argentina y Paraguay, con sus 275 saltos de agua con más de 70 metros de caída y esa forma de herradura de caballo inmersas en una frondosa vegetación subtropical. Atronadoras como las Victoria, en Ýfrica, alimentadas por el impetuoso río Zambeze, que sirven de frontera entre Zambia y Zimbabwe, y que aunque no son las más altas ni las más anchas su impresionante caudal, con más de mil setecientos metros cúbicos de agua, produce una gran cortina de humo. Grandiosos estruendos con un origen glaciar, fruto del choque entra la lava y la fuerza del agua, como las situadas en Islandia, las Dettifoss o las Gullfoss, conocida como la cascada dorada con sus 32 metros de altura. Las hay también archifamosas, como las del Niágara, entre Canadá y Estados Unidos, una de las más conocidas del mundo a pesar de que no son de las más espectaculares, son las más poderosas de América del Norte. Solitarias y de una sofisticada elegancia , como el Salto del Ýngel, en el Parque Nacional de Canaima en Venezuela, que con su única caída de 970 metros tiene el record de ser la más alta del mundo. Pero también las hay menos conocidas, menos famosas, “esas otras” de esta gran familia pero no por ello menos espectaculares, impactantes o bellas.

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