El iPad no es lo que era, ¿es la hora de los supertablets?

Ahora que Apple ya tiene ahí el iPhone 6, hablemos de otra cosa. Por ejemplo, de su hermano mayor, el también popularísimo iPad, que, sin embargo, parece estar atravesando una época de menos brillo y popularidad que el teléfono de la manzana. Sus ventas se han estancado por una sencillísima razón: el mercado ya no tiene sitio para más tablets.

En el fondo, esto es una media mentira: el mercado – ese ente maligno al que es imposible poner cara y que los periodistas tanto usamos como sujeto de algo aunque la frase quede rarísima – siempre encuentra formas de sustituir sus productos y de hacer sitio para versiones renovadas. Todos conocemos el infame concepto de la obsolescencia programada, pero parece que en las tablets esto no funciona del todo.

El problema es que el iPad 2, que sigue en venta todavía, ofrece casi lo mismo que el iPad Air, el último modelo. Sí, es menos potente, su pantalla tiene menos resolución, es más tosco y más grande y todo lo que queráis decir de él, pero sigue funcionando para lo que el usuario medio de las tablets, es decir, mi madre; la quiere: navegar por Internet, ver un vídeo en YouTube y enviar un correo de vez en cuando. Para WhatsApp y jugar, está el iPhone.

Oh, y quien dice el iPad, dice el resto de tablets que llevan Android y también los intentos de Microsoft por conseguir una parte del mercado con Surface, aunque de esta hablaré ahora de nuevo. El problema es que lo PCs, que habían bajado en ventas, han vuelto a remontar, y los tablets están estancadísimos.

Por todo esto, algunos visionarios empiezan a hablar de un nuevo tipo de tableta, ese que Apple ha despreciado desde que ‘inventó’ el concepto contemporáneo del tablet sencillo y que puede usar cualquiera. Por ahora, los están llamando ‘supertablets’ y son un producto que, en cualquier otro momento, habrían hecho reír a Steve Jobs: tablets grandes (de unas 13 pulgadas) que pueden sustituir a los ordenadores de verdad por potencia y por software.

Y con ‘de verdad’, quiero decir que pueden usar herramientas de edición potentes, programas de vídeo avanzados y que pueden integrarse masivamente en grandes empresas para sustituir a esas redes de ordenadores que son carísimas, cogen virus, exigen pagar licencias millonarias y acaban llenos de material que no son de trabajo pero el trabajador descarga, es decir, cine y porno.

Esto es lo mejor de todo, como indicaba el antiguo CTO de CBS Interactive. Estas supertablets no solo entrarían de lleno en el mercado para usuarios básicos, sino que serían una solución idónea para grandes empresas, que podrían prescindir de ordenadores en sus despachos y ceder un dispositivo único a sus empleados, que además, tendrían siempre encima su herramienta de trabajo.

Es verdad que este es un pensamiento muy cínico: ¿de verdad vender tablets más potentes como nuevas tablets no es caer en el mismo problema que hemos mencionado ya entre el iPad 2 y el iPad 5? Aquí es donde entra el Surface: su tercera versión tiene una pantalla más grande, algo fundamental para el trabajo, y aunque intenta solapar lo que haría un portátil, en el fondo es una especie de supertablet, como esta que hablamos. ¿El problema? Usa Windows, como los ordenadores de los que querrían deshacerse tantos ejecutivos.

¿Quién será el primero en dar el salto y sacar una tablet Android con una línea de software súperavanzado para lidiar con esta necesidad? A saber. Quizá esta necesidad no sea tan apremiante como todos estos visionarios comentan, pero está bien conocer su línea de pensamiento. Y la próxima vez que leas o alguien hable sobre supertablets, ey, al menos ya sabes por dónde van los tiros.