Ahora vuelven a ser propiedad privada del Grupo empresarial de Abel Matutes. Lo mismo ocurre con Gabriel Cañellas. Fue el primer presidente de Baleares, acabó apartado del PP y ahora tiene explotaciones de salinas en Ibiza o Murcia. La concesión estaba a punto de acabar. Gracias a la ley, los terrenos ya no son dominio público. Son suyos. Ni Cañellas ni Matutes han querido hablar con laSexta columna.
El miedo de los vecinos va más allá de la denuncia del regalo. Lo que temen es que la vuelta del ladrillo. Si ahora esos terrenos son propiedad privada, ¿pueden Matutes y Cañellas construir un campo de golf más allá de los 100 metros protegidos? ¿Y un hotel? ¿Y una plataforma logística?
Sólo dos cosas tienen que pasar para que una mezcla singular se haga realidad y el cemento ocupe las salinas. Que los alcaldes recalifiquen los terrenos y que la Comunidad Autónoma y el Estado no se opongan. Teniendo en cuenta la historia de amor entre algunos políticos y el ladrillo, no parece ninguna locura.
La nueva Ley de Costas también ha mejorado las perspectivas de futuro de cientos de empresarios y miles de trabajadores. Más de 1.000 industrias levantadas junto al mar serán amnistiadas. Como Ence, la primera papelera española, en plena ría de Pontevedra. Fue hace 56 años. Hoy, en sus videos corporativos, presumen de verdes pero muchos vecinos denuncian la contaminación de la pastera. La concesión terminaba en 2018 pero la Ley de Costas la prorroga otros 75 años.
El caso de FerroAtlántica, en Cantabria, es muy parecido. Es una fábrica sobre una ría. De aquí salen cada año 57.000 toneladas de Ferromanganeso y 115.000 de Silicomanganeso. Su concesión acababa en 2018 pero la nueva ley la prorroga 75 años más. Ni Ence ni FerroAtlántica han querido hablar con laSexta columna. Sus 500 trabajadores confían en mantener sus puestos de trabajo gracias a la ley.
Bautista Soler Crespo tampoco puede quejarse de la nueva ley. Este señor del ladrillo valenciano ha visto cómo la norma le ha salvado una inversión millonaria. Son todas las viviendas que construyó en la primera línea de la playa de la Patacona, al norte del puerto de Valencia en Alboraia. La Generalitat los consideraba ilegales pero no serán derribados gracias al truco del paseo marítimo. Así funciona: Tenemos una playa virgen. Un constructor aparece y construye junto al mar. Están demasiado cerca así que los edificios podrían ser demolidos. ¿Solución? El Ayuntamiento construyó un paseo marítimo entre las casas y el agua.
¿Y qué dice la ley de costas recién aprobada? "La Administración General del Estado podrá desafectar los terrenos situados al interior de los paseos marítimos" construidos hasta ahora. Traducción: Esos edificios construidos junto al mar se convierten en legales. Eso ha ocurrido en la playa de la Patacona. Bautista Soler ha rechazado la invitación de laSexta Columna para ofrecer su versión.