Justo en el momento en el que el desfile del Día de la Hispanidad se paraba por una farola y las lágrimas de un paracaidista luchaban por no salir, en el Valle de los Caídos había gente que no estaba en absoluto dispuesta a contener sus emociones.
Les lideraba una señora que deseaba, y mucho, ir a misa, con una energía capaz de poner en apuros a los miembros de la Guardia Civil. "Señora, suélteme la mano", le pedía uno de los agentes.
La señora en cuestión comandaba a un grupo de feligreses nostálgicos del franquismo congregados ante el Valle, que había sido cerrado para preparar la exhumación del dictador."¡Queremos ir a misa!", coreaban, negándose a abandonar el lugar.
La Guardia Civil aguantó el envite, pero no contaban con 'el vengador de Franco', que acudió a Cuelgamuros vestido de legionario, dispuesto "a defender al comandante". Así lo aseguraba instantes antes de echar a correr a una velocidad digna de otro régimen, que sin embargo solo le dio para un sprint de escasos metros antes de que los agentes le parasen. "¡Vengo a defender a mi comandante!", repetía, "¡el honor ni se divisa!".
De todas las iglesias de España, el grupo quería ir a misa -no por casualidad- a la basílica del Valle de los Caídos. Porque "el Valle no se toca", decían. "Esto no tiene nada que ver ni con Franco ni con todo lo que esta armando Pedrín", aseguraba, a pesar de todo, otra señora.
Aunque se resistían a marcharse, finalmente fueron vencidos y obligados a abandonar el lugar, aunque no convencidos: al menos, así se desprendía de los floridos insultos que dedicaron a la Guardia Civil mientras los agentes cerraban la reja del Valle.