La Policía registra un chalé del llamado ‘clan de los Romanones’, a cinco minutos de Granada. Acaban de detener a tres sacerdotes y un profesor de religión. Los acusan de haber abusado de menores durante años. La caída de los Romanones empieza con una carta que el papa Francisco recibe antes de verano.

“Querido Santo Padre, tengo 24 años y soy miembro de los supernumerarios del Opus Dei. Las prácticas sexuales más frecuentes iban desde masajes a masturbaciones y besos en la boca. Sentí que me volvía loco. No entendía nada. No comprendí jamás el porqué había que poner una película pornográfica homosexual en la habitación y verla junto a él". El autor de este duro relato se esconde bajo un nombre ficticio: Daniel.

Él denunció los hechos ante la Iglesia para que ésta lo resolviera de forma interna pero entonces apareció Jesús Bastante, redactor jefe del portal ‘Religión Digital’, el medio que ha destapado el escándalo. Así supimos que Daniel tenía 13 años cuando empezó a ir a una iglesia de Granada. Allí cayó en las manos del ‘clan de los Romanones’.

Según el relato de Daniel, el grupo funcionaba como una secta. Captaban a jóvenes monaguillos y les lavaban el cerebro. Su objetivo, convencerlos de que tener sexo con ellos no era pecado. Luego llegaron las orgías. Daniel no es la única víctima. La Policía investiga presuntos abusos a al menos 4 personas con denuncias como ésta: “Sentía sus erecciones rozarme y cuando yo me apartaba, me decían que no tuviera miedo que lo hacían solo para cuidarme. Varias veces me decían que yo también les tocara a ellos".

El padre Román fue el primer detenido. De ahí el nombre de ‘los Romanones’. Tiene 61 años, y algunos lo conocían como "el director". Él ha bautizado, dado la comunión y casado a cientos de feligreses. Horas después de su detención, algunos vecinos plasmaron su repulsa sobre las paredes de su parroquia. En una iglesia de Órgiva, también en Granada, daba catequesis hasta hace sólo un mes el segundo de los detenidos: Manuel Morales. La misma iglesia de la que fue párroco durante 11 años el tercero de los acusados: Francisco José Campos Martínez.

Sergio Quintana, el único seglar, fue el cuarto detenido. Hasta hace sólo una semana, era profesor de religión en un instituto de Dúrcal,  también en Granada.

Las reacciones de la jerarquía católica han sido muy diferentes con este caso. El papa Francisco animó al joven a denunciar y lo llamó personalmente por teléfono: “Buenas tardes, hijo, soy el padre Jorge. Bueno... el papa Francisco… ¿Sigue ahí? Hijo, serénate. He leído tu carta varias veces. No he podido más que emocionarme y sentir un dolor inmenso al leer tu relato. Quiero pedirte perdón en nombre de toda la Iglesia de Cristo. Perdona este gravísimo pecado y gravísimo delito que has sufrido. Perdona, hijo mío, tanto dolor ocasionado y tanto como habrás sufrido.”

La reacción de apariencia menos contundente es la suya, la del arzobispo de Granada Francisco Javier Martínez. ¿Es que no sabía nada de todo esto? Hace dos semanas emite un comunicado. En él informa de que ha apartado de sus funciones a los sacerdotes directamente acusados de los abusos. Está en paz porque sostiene que no actuó antes para no interferir en la investigación, y apela a la presunción de inocencia. El arzobispo no apartó a seis religiosos que presuntamente encubrieron a los abusadores.

Pero no sólo eso, algunos de estos supuestos cómplices ocuparon las plazas de los detenidos. Sin embargo, él defiende su actuación. De la televisión, a la iglesia. Francisco Javier Martínez dejó el domingo una imagen para la historia. Se postró ante el altar mayor de la Catedral de Granada en señal de penitencia. “El mejor servicio que podía prestar a la Iglesia de Granada es renunciar, y no dejarle la patata caliente al papa que lo tenga que dimitir”, opina Evaristo Villar, sacerdote y portavoz de redes cristianas.

De momento, ha declarado más de 10 implicados. Mientras continúa la investigación, los cuatro detenidos han quedado en libertad con cargos. El presunto cabecilla del clan ha esquivado la prisión tras abonar 10.000 euros de fianza. No será fácil probar unos hechos que, en algunos casos, sucedieron hace casi tres décadas.

Además, el ordenador del chalé de lujo de los curas que podría haber aportado datos, desapareció misteriosamente. Pero hay quien está dispuesto a llegar hasta el final, como la asociación Proderechos del Niño, Prodeni, que se personará en la causa.