Julián Grimau, detenido por estar reorganizando la movilización obrera, empezó a sufrir las durezas de sus represores en la Dirección General de Seguridad, localizada en las tenebrosas dependencias policiales. Fue allí donde un médico le preguntó cómo quería que le pegase: como policía o como médico, explica el historiador y autor de 'El torbellino rojo', Fernando Hernández Sánchez.

"No es lo mismo que te pegue un torturador aficionado, que sea voluntarioso, que que te pegue una persona que conoce los cien puntos de tu cuerpo donde te puede ocasionar más daños", añade. La historia, llena de sombras, empieza con una misteriosa caída. "En un momento se produce la precipitación de Grimau hacia la calle, que la policía intenta hacer pasar como un intento de suicidio", señala el experto.

El abogado laboralista y magistrado emérito Juan José del Águila explica que la versión de la policía recoge que Grimau se apoyó en una silla, se tiró por la venta y cayó al callejón de San Ricardo. La policía franquista difundió en la prensa que Grimau se había apoyado en una silla para tirarse por una ventana, que estaba cerrada.

"No tenía ningún corte en la cara. Mi versión es que Julián Grimau no cayó al callejón San Ricardo sino que fue a parar dentro del patio", asegura el abogado. Es más, señala que el médico de guardia de entonces señala en su informe, un documento que no controló la policía, que las lesiones de Grimau se las produjo al arrojarse y caer al patio con pavimento de losas de piedra. LaSexta Columna saca a la luz este viernes las mentiras de este crimen del franquismo.