El proceso arranca con una comunicación breve entre jefe y empleado. Se resume en una palabra: despedido. El nuevo parado empieza a ajustar gastos. Adiós, por ejemplo, al coche nuevo.

Así que el problema se traslada al concesionario. Sin clientes, no hay negocio y tienen que cerrar. Resultado: cinco vendedores a la calle.

La cadena llega entonces a la fábrica de coches. Como no se venden, tampoco se fabrican. No hay que deducir mucho para sacar conclusiones. Llega un ERE y 500 obreros al paro.

Con tanto vecino sin trabajo, el pueblo empieza a notarlo. Las primeras, las tiendas. La gente compra menos y los comercios echan el cierre. Y así, día tras día, la bola de nieve rueda y crece prácticamente imparable.

Por si aún quedan dudas, otro ejemplo. Imaginemos una compañía aérea que anuncia miles de despidos. En realidad no hace falta imaginarlo, está pasando.

Los responsables de Iberia han presentado un ERE para despedir a una cuarta parte de su plantilla. Es uno de los mayores despidos colectivos de la historia de España.

Otra espiral de desempleo que arranca implacable porque con un 25% de rutas diarias eliminadas, sobran 4.500 pilotos, azafatas y personal de tierra.