Las propiedades que presenta el amianto (aislantes, mecánicas, químicas, y de resistencia al calor y a las llamas) y su bajo costo explican sus numerosas aplicaciones industriales. Es un material rentable para las empresas pero tóxico para los trabajadores que lo manipulan, ya que autoridades sanitarias han demostrado que los productos relacionados con el amianto provocan cáncer de pulmón o enfermedades del aparato respiratorio.

El hecho de estar en contacto con el amianto no supone apenas riesgo para la salud, pero cuando el contacto es prolongado y las fibras pasan al aire (con riesgo de que puedan ser respirables) puede ser peligroso para la salud. Esto sucede en derribos, trabajos de taladro o cuando el material está muy envejecido.

Este material está presente en tejas de recubrimiento de tejados, baldosas y azulejos, productos de cemento así como en herramientas de automoción como el embrague, los frenos o los componentes de la transmisión. También se utiliza para trajes ignífugos de pilotos o de bomberos.

El amianto puede encontrar también en materiales ferroviarios, en objetos de construcción naval, reparación y desguace de barcos, en la siderurgia o en el sector eléctrico (centrales térmicas y nucleares).

En diciembre de 2001 España se adelantaba al plazo máximo previsto por la UE y prohibía la comercialización y la utilización de crisotilo (amianto blanco), el único tipo que todavía seguía siendo utilizado. Las variedades más perjudiciales para la salud, el amianto azul y el amianto marrón, fueron prohibidas en España en 1984 y 1993, respectivamente.

El 15 de junio de 2002 entró en vigor la prohibición de fabricar productos que contengan amianto y hasta el 15 de diciembre de ese mismo año se podían comercializar e instalar productos con amianto fabricados antes de aprobarse la prohibición. A partir de esta última fecha, se aprobó la prohibición de producir, comercializar e instalar amianto y productos que lo contengan.