Manuel, el propietario de Magalia, se siente muy dolido y decepcionado con las opiniones que ha escuchado de boca de sus trabajadores, quienes han hablado sin tapujos al no saber que su jefe les estaba 'espiando' a través de unos auriculares.

Cuando el veterano hostelero se sienta en la mesa con sus empleados, no puede evitar romper a llorar. "Vosotros os vais a vuestra casa y os preocupáis de vuestros problemas, indudablemente. Pero al tener un negocio, yo me llevo todos vuestros problemas conmigo, más los del negocio, más los míos particulares". Han sido cuatro años especialmente duros para el restaurante, asegura. "Me duele mucho que con el cariño que os tengo penséis eso de mí", dice entre lágrimas y les invita a hablar abiertamente con él sobre todas estas cuestiones.

"La información que es oro molido es saber de verdad qué piensan los que trabajan conmigo. Creo que en Magalia, la falta de comunicación es un problema muy serio", afirma Alberto Chicote. Es por ello que pide el compromiso de todos los allí presentes para establecer "la norma férrea e insalvable" de comunicarse más entre ellos y con su jefe.

El chef se marcha de la sala para darle privacidad al equipo. Manuel abraza a sus empleados, que creen que por fin ha abierto los ojos. "Cuando he visto al señor Manolo emocionado, me ha dado pena. Se siente solo y tenemos que ayudarle", opina Celedonia, la cocinera, ante las cámaras de Pesadilla en la cocina.