La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha arremetido contra la ley de paridad del Gobierno. Dice que no es necesario imponer la paridad porque ella no quiere "ni picar en la mina, ni estar en la obra". Pero la nueva ley no impone a las mujeres dónde tienen que trabajar.

"No hacen más que el mal. ¿La ley de paridad es, de verdad, necesario para las mujeres hoy en España? Yo desde luego lo que no quiero es imponer la paridad. Yo no quiero picar en la mina, ni pescar, ni poner ladrillos. No lo quiero, sinceramente, y defiendo y doy las gracias a los hombres que lo hacen", defendía Ayuso.

Pero ellas también bajan a la mina. Y lucharon por ello porque no las dejaban. Fue una mujer, Concepción Rodríguez Valencia, quien ganó ese derecho en los Tribunales. Rodríguez Valencia pasó las pruebas para ser minera en la empresa estatal Hunosa en 1985. Tenía 35 años. Y a pesar de conseguirlo, le denegaron el puesto por ser mujer. Pleiteó durante años, hasta que el Tribunal Constitucional le dio la razón.

Habían pasado tantos años que Conchi no llegó a entrar a la mina. Ya tenía otro puesto de trabajo. Pero consiguió tumbar una prohibición vigente desde 1897; del siglo XIX. En la norma, en el artículo 33 decía: "No se permitirá entrar ni trabajar en el interior de las minas a las mujeres, de cualquiera edad que sean, ni a los muchachos de menos de 12 años".

Las mujeres y los niños en la misma categoría hasta hace solo tres décadas. Hasta 1996 no entró una mujer en la mina. Dos de esas pioneras, María Virginia Domínguez y María del Carmen González, entraron en el pozo Pumarabule, en Siero, Asturias. Ellas fueron las pioneras en entrar de forma legal. Porque de forma ilegal llevaban años bajando. En la Guerra Civil y en la posguerra, decenas de mujeres, con sus maridos presos y muertos, tuvieron que entrar en las minas para ganarse la vida. Como trabajaban ilegalmente, no las denominaban mineras. El eufemismo de la época era "productoras".