Antes de poner un pie en nuestro país la organización les deja claras las reglas del viaje. No les permiten ni una palabra a la prensa. La organización no quiere que su viaje aparezca en los medios. Por eso, hablar con los jóvenes va a ser casi misión imposible.
Durante tres semanas, 10.000 universitarios británicos desembarcan en Salou. Su viaje a España es ultralow cost. Pagan menos de 300 euros por una semana de vacaciones. Transporte, alojamiento y media pensión incluidos.
La ciudad trabaja a toda marcha para hacer negocio con los jóvenes británicos. Los autobuses se cruzan con las provisiones que bares y supermercados de la ciudad piden para ellos. Durante el tiempo que estén los universitarios, sólo una empresa, que pueden ver en las imágenes, repartirá 1.000 litros de alcohol diarios en Salou.
Bares y comercios de la ciudad duplican sus peticiones. Saben que harán un buen negocio con los jóvenes.Los comerciantes incluso piden por encargo productos especiales para vender a los jóvenes.
Nuestra cámara comprueba que gastan el doble que la media. En tan solo 10 horas pasan por una tienda casi 1600 clientes. Tres clientes cada minuto e incluso atención tienen que contar la recaudación al peso con una báscula
Un negocio pequeño ingresa gracias a los jóvenes británicos más de 600 euros cada hora. Cinco veces más que el resto del año, casi todo procede de la venta de bebidas.
El rastro de cientos de bolsas cargadas de botellas acaba en los hoteles elegidos por la organización del viaje, son sólo nueve.
Todos, en la misma zona de Salou. Entre ellos destaca un impresionante complejo de 21.600 metros cuadrados. Por su tamaño le llaman “La fábrica”.Un macro hotel que acoge a 1.500 estudiantes simultáneamente.
Lo convierten en su territorio. Un espectáculo para el resto de turistas. La organización paga aquí sólo 20 euros diarios por la cama y la media pensión de cada joven. Y los hoteles, ganan dinero.Pero la fiesta de los universitarios británicos pone en jaque la imagen de Salou.
El trabajo del concejal de turismo de Salou, Benet Preas, consiste en defender que el viaje de los jóvenes británicos tiene más ventajas que inconvenientes para la ciudad. “No es un turismo de borrachera, es la gente que sale, se divierte y queramos admitirlo o no, en nuestra cultura occidental, el alcohol siempre cuenta a la hora de divertirse”, asegura.
El concejal dirige un hotel, que recibía a los universitarios británicos hasta el año pasado.“Yo, desde el punto de vista profesional, la visión y decisión que se tomó sencillamente porque entendemos que es difícilmente compatible con otro tipo de cliente en el mismo establecimiento”, afirma.
Prefiere no tener a los universitarios en su hotel, aunque le cueste dinero. Los establecimientos que renuncian al turismo juvenil en estas fechas lo notan en su ocupación.
Salou presume de ser el primer municipio catalán con un certificado de turismo familiar para atraer visitantes pero la llegada de estos jóvenes acaba poniendo en peligro ese reclamo.
Ya no vienen jubilados suficientes para mantener el turismo en temporada baja. El IMSERSO ha recortado la tercera parte de su presupuesto en sólo dos años. La dependencia del turismo juvenil para salvar el año es cada vez mayor en las costas españolas.
Gastan en comida, en bebida, en recuerdos. En tres semanas, los jóvenes británicos dejan más de 5 millones y medio de euros en Salou. La mayor cifra al margen del verano.
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