Andrea Ropero entrevista a Lidia, víctima de una agresión sexual a través de sumisión química. "Quedé para tomar algo y en un momento de la noche me empecé a encontrar mal y me senté en la puerta del piloto", cuenta Lidia, que recuerda que cuando recuperó la conciencia "estaba desnuda al lado de un chico desnudo en un apartamento que no conocía". Al estar drogada, al principio la joven confundió al chico con un compañero de trabajo, pero cuando conducía a casa de sus padres le vino la imagen de su agresor: "No le conocía".

"En el muslo y el cuello tenía moretones y en los antebrazos marcas de los dedos de forcejeo", explica la joven, que afirma que le "tomaron muestra de la vagina y aparecieron en los análisis cocaína, algo que nunca había consumido". Sin embargo, cuando al día siguiente denunció a la Policía, esta le hizo preguntas incómodas como si la culpa fuera de ir bebida: "Me preguntaron si llevaba sujetador o no o cuánto había bebido".

Tras detener al presunto agresor, éste solo pasó una noche detenido porque "no tienen pruebas suficientes". "No se miraron los móviles ni las cámaras, entonces demostrar que te ha pasado es muy complicado", afirma Lidia, que destaca que estuvo dos años y medio esperando el resultado. "No podía demostrar de ninguna manera que no fue consentido aunque haya lesiones, drogas de por medio y las versiones del presunto agresor y el testimonio se contradigan", denuncia la joven, que cuenta cómo empezó "en tratamiento psiquiátrico y psicológico he tenido picos de ansiedad muy fuertes estrés postraumático".