Andrea Ropero se traslada hasta una oficina de asilo en Madrid, donde la burocracia es "el gran problema al que se enfrentan los migrantes", dice, que acuden hasta allí y donde tienen que esperar largas colas para ser atendidos. Muchos de los que llegan son jóvenes de Somalia o Senegal que acaban de salir del aeropuerto de Barajas.
Ali y Mohamed cuentan que tuvieron que abandonar Somalia por motivos de seguridad. "He venido para salvarme de los asesinatos, de todo lo que hay allí", dice uno de ellos, y relatan que tuvieron que pagar 3.000 euros a quienes allí se conocen como "los agentes" para conseguir un pasaporte y billetes para viajar.
Al llegar, explican que pasaron seis días en la zona de tránsito del aeropuerto, donde habría un total de 300 personas y que describen como algo "horrible": "Un momento que nunca olvidaré en mi vida. No pude comer, no he podido darme una ducha. Era como una celda, estuve a punto de asfixiarme", recuerda.
Unos días en los que, según narran, no pudieron hablar con su familia: "Pensaron que estaba muerto. Cuando salí y les llamé, estaban todos llorando". Ahora, reciben la ayuda de la Cruz Roja, pero piden al Gobierno que tramite su documentación lo antes posible. "Necesitamos papeles de asilo para poder trabajar y mandar ayuda a casa, enviarles dinero", manifiestan.
Tirar del hilo
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