Joaquín Reyes se mete en la piel de Greta Thunberg, "la joven ecologista, activista, icono de una generación y, modestamante, la niña sueca más famosa del mundo desde Pippi Calzaslargas". "Yo estoy más comprometida, no sabéis la cantidad de laca que usaba ella para que se le quedaran las trenzas empinadas para arriba", asegura.

La joven tiene una misión: salvar el planeta. Su pasión por el activismo le vino "por una profesora de ciencias que tenían en el colegio que dijo que por culpa del calentamiento se iba a acabar el mundo". Una noticia por la que se llevó un "disgustazo..." Por eso se echó a la calle. "Soy una niña muy humilde, no me importa la fama ni ser el nuevo referente, lo que realmente me importa es el futuro del planeta", comenta.

La activista sueca recuerda en El Intermedio su discurso ante los líderes mundiales en la cumbre del clima en las Naciones Unidas. "Todo esto se me ocurrió a mí, menudo pico tengo y cómo me puse... Empiezo a pensar en el agujero de ozono, en el Amazonas ardiendo, en un pingüino agonizando, en la separación de One Direction... Soy activista pero también tengo 16 años", asevera. También habla de su encuentro con Trump en la ONU: "Me dio unas ganas de cogerle del pescuezo...".

Thunberg cuenta que veces sale al campo a desconectar porque "es muy duro aguantar la presión de ser un referente universal" sobre sus "hombros de adolescente. No es fácil". Además, cuenta una anécdota que le ocurrió en la cumbre del clima en Madrid. "Se me acercó un hombre muy pequeño que parecía víctima de la contaminación radioactiva pero... ¡era el alcalde! Me quedé a cuadros", confiesa.

Su intervención termina haciendo un llamamiento a la sociedad: "Todos juntos contra el campo climático y tenemos que hacer lo posible por salvar al planeta y aún así, lo más seguro es que nos vayamos a tomar por culo".

Otro momento destacado

Joaquín Reyes también imitó al expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante una grabación que le costó una visita inesperada de seis agentes de la Policía porque un vecino le confundió con el verdadero Puigdemont: "No es un exilio, sino un Interrail".