Boris Izaguirre se desplaza hasta Jerez de la Frontera para hablar con María Carmen Borrego, doctora en Historia en la Universidad de Sevilla, sobre cómo el vino de Jerez y el vinagre sirvieron de ayuda para luchar contra la epidemia de la peste negra. "Para la peste, el olor a vino se convertiría en, podríamos decir, el acompañante del vinagre", afirma la mujer, que estaca que se usaba para desinfectar las calles y estancias "a través de maquinarias, de contenedores siempre metálicos llenos de vinagre, que entonces, o bien por aire, por presión, subía este vinagre y saltaba a través de unas pequeñas válvulas".

"Lo importante del vinagre era que se pulverizara" y es que "a través de esas válvulas se podía pulverizar en sitios pequeños" mientras que "en sitios grandes, como son las calles iba directamente a unas mangueras". Pero, ¿cómo se descubre que el vinagre era el hidrogel del siglo XIV? Fue todo gracias a cuatro ladrones que se dedicaban a robar a los muertos contagiados por la peste y nunca se contagiaron.

Cuando les apresaron, a cambio del secreto, les ofrecieron clemencia y ellos, cantaron. Su truco consistía en una loción a base de vinagre con plantas aromáticas. Esa pócima se hizo tan famosa que aún se vende en tiendas de Francia e Italia, y la usaba el mismísimo Casanova. La mezcla tenía un principio lógico para su funcionamiento y es que era un repelente de insectos. La peste la contagia una pulga, así que, bicho repelido, peste suprimida.