Ángeles y Oksana no son abuela y nieta, son compañeras de piso. Viven juntas desde hace cuatro años y aunque se llevan más de 60 de diferencia, la convivencia es buena.

"La convivencia con ella, genial. Alguna vez hemos tenido algunos roces, pero eso es la convivencia, siempre hay algo", dice Ángeles Almendros de 82 años.

Pequeños roces sin importancia, aclaran. "Ella va muy deprisa andando y yo no puedo. Llega un momento en el que las piernas me dicen que he corrido bastante. No me gusta ir deprisa", comenta Ángeles sobre Oksana, la estudiante con la comparte piso.

Se conocieron a través de un proyecto de convivencia intergeneracional de la ONG Solidarios. A Ángeles le daba miedo quedarse sola y Oksana llegaba a Madrid para empezar la universidad.

"Estaba toda la familia esperando: los hijos, los nietos... Me dio un poco de miedo porque la vi con carácter muy fuerte", comenta Oksana sobre el recibimiento de su nueva compañera de piso.

"Yo metí a una persona extraña, extraña, extraña. Tuve que poner su nombre en el frigorífico un año para aprendérmelo", añade Ángeles, que sonríe al recordar la anécdota.

Como en cualquier piso compartido en la casa también hay carreras para hacerse con el baño. "Si nos levantamos temprano, yo me levanto diez minutos antes porque si no me quita el baño", explica Ángeles.

Comen juntas, pasean, una más deprisa que la otra, y comparten su día a día cómo si ya fueran familia.