Cuando ocurre una crisis humanitaria que afecta a las minorías, muchos pueden pensar “¿qué puedo hacer para ayuda?”, pero si la pregunta se hace para apaciguar nuestra conciencia más que por buscar una solución, nos encontramos ante el complejo del ‘salvador blanco’.
Si pasas una tarde viendo fotos publicadas en Instagram es probable que te topes con fotos en familia, de compras recientes, consejos, y ahora, viajes de “voluntariado” o turísticos de influencers a África. Se ha vuelto muy común ver a personas ricas grabando cada detalle de sus viajes a las zonas más empobrecidas del continente; fotografías que delatan la desigualdad solo con ver la vestimenta, los cuerpos y la salud de los integrantes.
Ha comenzado un revuelo en Twitter gracias hilos como el de Julia Codina —que trabaja con acciones humanitarias, cooperación y conflicto— y Pablo Sánchez —politólogo y trabajador de acción humanitaria. El de este último acumulando ya 127.000 'me gusta'. Ambos exponen la luna de miel de la influencer Teresa Andrés Gonzalvo y el viaje de Helena Condis —cuyas fotos polémicas ya han sido eliminadas— y Juanma Castaño, ambos a Tanzania.
Savala Nola, escritora de 'Don't Let It Get You Down: Essays on Race, Gender, and the Body' ('No dejes que te deprima: ensayos sobre raza, género y cuerpo'), describe el complejo de ‘salvador blanco’ como una ideología que se realiza cuando una persona blanca, en una posición de superioridad, intenta ayuda o rescatar a una persona o comunidad de color. Además, tienen la creencia subconsciente de que poseen unos medios o habilidades suficientes para ayudar de una forma que las personas de color no pueden. Danielle Taana Smith, PhD y profesora del departamento de Estudios Africano-americanos de la Universidad de Siracusa le comentó a 'Health' que cree que " ha sido un apuntalamiento fundamental del imperialismo occidental, y ha sido evidente en la empresa de construcción del imperio global".
Lo que las fotos subidas por estos influencers revelan es una completa mercantilización y ‘romantización’ del país. La persona visita el lugar por unos pocos días y se asegura de obtener y compartir en redes sociales fotos de su “labor” y de la supuesta felicidad de los locales. Algo que exacerba la narrativa de que “son tan felices con tan poco”. Los locales ven ir y venir a un montón de occidentales que nunca se quedan el tiempo suficiente para hacer un cambio real ni intentan acabar con las causas de su pobreza.
Por lo tanto, ahora conviven dos realidades: la de aquellos que van a estos países para hacer trabajos de voluntariado y aquellos que vacacionarán. Ambos igual de malos. Sin embargo, en el primero se ayuda a la comunidad de alguna forma, mientras que en la segunda se invierte en una industria que convive junto a la pobreza, dándole unas comodidades a los turistas de las que no gozan los locales.
El daño que el complejo de ‘salvador blanco’ causa en las comunidades va más allá del postureo en redes sociales o la inversión en industrias cuestionables. Nolan explica que ella asemeja al salvador con una persona que corre a ayudar en una sala de emergencia sin tener ningún tipo de entrenamiento en medicina. Puede terminar haciendo más mal que bien y dejando a la comunidad en peor estado.
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