Pasó por cuatro hospitales durante diez días, pero nadie alertó de un posible maltrato. Una semana antes de la última paliza, el hospital de Calella se alertó de su riesgo de exclusión.

Los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Pineda de Mar, donde residía la familia, iban a visitarles en los próximos días, pero ya no hará falta. El bebé, de sólo dos meses, está en coma inducido por los golpes recibidos.

Sigue ingresado en el Hospital del Vall d'Hebron desde la semana pasada. Sufre contusiones y lesiones internas. El padre ha confesado ante el juez que lo maltrató. Ha sido puesto en libertad con cargos y una orden de alejamiento.

Tal y como relata la madre del pequeño, la justificación de su pareja es el estrés: "Simplemente estrés, que el bebe llorara y no se callaba. Él piensa que no le haría tanto daño al bebé pero no es consciente de la situación", asegura Lucía Méndez.

Además dice que ella nunca supo del maltrato: "El padre era un padre que cambiaba pañales, que daba biberones, que se despertaba por la noche, que tenía una buena relación conmigo. Nunca hubo maltrato físico hacia mi persona y que yo haya visto hacia el bebé tampoco".

En los próximos días los doctores deciden si operan al pequeño o lo desconectan de la respiración artificial que lo mantiene con vida.