En 1992 viajar al futuro en turista costaba 6.000 pesetas, dentro se podía fumar. Comer langosta en club y hacer una llamada desde la cabina para decir: "Mamá, estoy en el AVE".

"La gente estaba encantada de viajar en el AVE, más que por la experiencia, por contarlo; querían experimentar la sensación del viento en la cara, sentir la velocidad, pero no se apreciaba", cuenta José Luis Gimeno, tripulante del primer AVE comercial en 1992. Él y Fátima Lozano eran tripulantes en los dos primeros viajes. "Muchísima gente preguntaba cuándo se alcanzaban los 300 kilómetros por hora", recuerda Fátima.

El destino era el propio viaje, todo era nuevo: la velocidad, la elegante tripulación que recibía en la puerta, el lenguaje... José Luis explica que "en vez de vagones, se usó la palabra coche y al preguntar había gente que decía que tenía un Seat Ibiza".

Las crónicas de la época empezaron a medir las distancias, en vez de en kilómetros, en tiempo. "En uno de estos cómodos asientos podrá usted viajar a Sevilla en menos de tres horas", informaba un periodista. Ahora, 25 años después el trayecto dura dos horas y media sin paradas. Eso sí, los asientos siguen siendo igual de cómodos.

Alfredo Durán es el maquinista del primer AVE comercial, superó pruebas físicas, de conocimientos ferroviarios, fatigantes prácticas y hasta una entrevista con Hermida en Antena 3.

Igual de elegante, 25 años después recuerda la gran expectación de aquellos primeros viajes: "Al pasar por pueblos como Puertollano, más próximos a la vía, había expectación de la gente".

Pocos confiaban en un estreno de éxito. El AVE era arma arrojadiza de la oposición de la época, decían que era elitista, que había costado un 30% más de lo prometido, que a saber si de verdad alcanzaba los 300 kilómetros por hora.

Cuando los alcanzó, las noticias pasaron hablar de que la cafetería se quedaba sin víveres o que un rebaño de cabras había frenado la máquina a la altura de Palma del Río. Desde entonces, todo ha cambiado.

Francisco coge el Ave Sevilla-Madrid dos veces por semana. Destaca que habrá hecho unos "2 millones 200.000 kilómetros, equivalente a dar la vuelta al mundo aproximadamente 55 veces". Relata que "el vagón de fumadores era el cinco y si ibas en el seis, siete... tenías que atravesar la nube para llegar a la cafetería".

Elena, profesora de conservatorio, vive en Madrid pero trabaja a 250 kilómetros, en Puertollano. Se deja parte del sueldo en ir y venir en alta velocidad cuatro días a la semana, pero se sabe los trucos. Por ejemplo, que en el vagón 1 de Avant la distancia entre asientos es mayor: "En el coche 1 estaba la antigua clase preferente".

En 25 años los primeros 471 kilómetros de alta velocidad han aumentado hasta los 3.500 actuales. Las cartas, el ajedrez o la oca han dejado paso al palo selfie, la tablet y el portátil. La cabina de teléfono, al vagón del silencio y al wifi. Más de 357 millones de pasajeros al tren después... el español se siente en la alta velocidad como en casa.