Las concertinas o cuchillas que intentan disuadir la inmigración ilegal en las vallas de Ceuta y Melilla matan. Según denuncian varias ONG's y la asociación Unificada de la Guardia Civil hace cuatro años murió deasangrado un ciudadano senegalés y, avisan, no es la única muerte.
El dolor de los cortes ha quedado tatuado para siempre en su piel. Marcas indelebles que comparten todos los que consiguen sobrevivir a la valla.
En este centro de inmigrantes de Melilla las historias de desesperación se cuentan por decenas. Las de aquellos que por no tener nada se arriesgan a perder lo único que les quedaba, su propia vida.
Y en el camino se dejan literalmente la piel desde que en 2005 se colocaron las primeras cuchillas. Porque aunque el Gobierno ordenó quitarlas en 2007, nunca desaparecieron del todo.
Heridas que tienen poco de superficial porque según denuncian ONG's y la propia Guardia Civil también provocan la muerte. Muerte con nombre y apellidos como el de Sambo Sadiako.
Un joven senegalés que en 2009 apareció muerto junto a la valla de Ceuta. Se desangró tras seccionarse una arteria principal. Muertes como la de Sambo puede volver a ocurrir.
Por eso, en lugar de cuchillas, piden mas recursos para poder proteger las fronteras sin que estas sigan manchándose con la sangre de personas inocentes.
Según el Gobierno, el joven senegalés murió al caer de la valla, pero la autopsia reveló que falleció desangrado. Interior insiste en que no tiene constancia de ninguna muerte a causa de los cortes de la concertina.