Su pasado, cargado de torturas y amenazas, las hace caminar tapándose la cara. Son mujeres yazidíes cristianas. Ahora, viven en un campamento al norte de Irak.

Desde Siria han vuelto a su país, pero sin sus hijos. Los han tenido que abandonar para poder regresar. "La primera, la mayor, tenía dos años y cuatro meses cuando la dejé", cuenta una de ellas.

Hijos de los terroristas del Dáesh. En 2014 tomaron la región de Sinyar al norte de Irak. Allí, más de 3.500 mujeres y niñas fueron condenadas a servir como esclavas sexuales.

Las torturaron y las obligaron a convertirse al islam. Una de esas mujeres fue vendida como esclava junto a sus hermanos. Cuenta que tenía 13 años cuando la secuestraron: "Me liberaron cuando di a luz, al igual que sus esposas".

Ahora viven avergonzadas. No se atreven ni a dar su nombre. Pero esa vergüenza fue su forma de sobrevivir al Dáesh. Amenazadas, los terroristas las obligaban a ser madres.

"Le dije a mi esposo que no quería hijos, solo le decía que me diera pastillas o algo así. Pero dijo que no, que quería tener hijos", revive. Hoy recuerdan la pesadilla que vivieron mientras intentan rehacer sus vidas.

"Mi hija pequeña, Juaidiyah, lloraba mucho por mí. Me seguía a todas partes. Ella estaba muy unida a mí". La condición para volver a Irak, su casa, era sólo una: abandonar a sus hijos.

"No me permitieron traerlo aquí. Así que me lo quitaron. Lloré y grité con todas mis fuerzas, pero no sirvió de nada". Toda una condena de vida.

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