De cara a 2018, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) llama a "evitar que se enquiste" una crisis que tiene a los niños como principales víctimas.

Alrededor del 58% de los más de 650.000 refugiados que han cruzado la frontera desde finales de agosto son menores de edad. Llegaron huyendo de "una limpieza étnica en toda regla", en palabras de la directora de operaciones de UNICEF en Bangladesh, Sara Bordas, que de esta forma señala a la represión ejercida por las autoridades birmanas tras una serie de ataques insurgentes.

"Nunca había visto una emergencia con tantos niños", afirma, al relatar un escenario que ahora parece estar "más controlado". Aunque "sigue siendo caótico" y las llegadas persisten -entre 1.000 y 2.000 nuevos refugiados cruzan cada semana al distrito bangladeshí de Cox Bazar-, al menos ya no alcanza el nivel "asfixiante" de las primeras semanas.

Bordas asegura que la tarea de organizaciones como UNICEF consiste básicamente en "apagar fuegos" y atender a unos niños que llegan en condiciones "muy deplorables", en su mayoría sin haber accedido a servicios médicos o campañas de vacunación o sin haber sido escolarizados.

No en vano, los rohingya son una minoría de fe musulmana que carece de derechos e incluso pasaporte porque, a ojos de las autoridades de Birmania, son inmigrantes llegados de forma ilegal desde Bangladesh.

La congestión en los campos de refugiados y asentamientos improvisados en territorio bangladeshí es "brutal", ya que la última ola de desplazamientos se ha sumado a otras anteriores. El número total de refugiados rohinyá se acerca ya a los 900.000 y, a medida que crecen las cifras, aumentan también los riesgos.

Más de la mitad de los niños sufren desnutrición y otras enfermedades, según un reciente informe de UNICEF que avisa de que más del 25% de los menores de cinco años tienen desnutrición aguda. Este dato supera ampliamente el umbral de emergencia, establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 15%.

Uno de los primeros temores de las organizaciones humanitarias fue también la expansión del cólera, si bien este miedo se ha logrado contener gracias a campañas de vacunación.

UNICEF, que planea llevar a cabo en enero la segunda ronda de las 900.000 dosis que repartió inicialmente, está ya "preparado" para responder al peor de los escenarios, que calcula los enfermos de cólera en 35.000.

La difteria, una enfermedad casi olvidada en la mayor parte del mundo, también es ahora motivo de preocupación en Bangladesh, a raíz de un brote desatado en noviembre y que se ha cobrado 23 vidas y ha dejado, además, 2.300 casos "sospechosos", señala Bordas.

Médicos Sin Fronteras (MSF) ha alertado de que la mayoría corresponden a niños de entre cinco y 14 años. UNICEF trabaja sobre el terreno para garantizar el acceso a agua potable o letrinas, al tiempo que se esfuerza por brindar apoyo psicosocial a unos niños que llegan "muy traumatizados".

Muchos de ellos cruzan la frontera solos o con familiares y conocidos que no son sus padres, mientras que para algunos adolescentes la crisis les ha dejado al cuidado de hermanos pequeños. Bordas admite que existe la "posibilidad" de que la huida masiva de rohingya se quede como una "crisis enquistada", por lo que recuerda la necesidad de seguir manteniendo la presión a todos los niveles.

"No se puede dejar esto como la crisis que nunca se resolvió", apostilla. En este sentido, admite que Bangladesh tiene "la papeleta más difícil" al recibir en uno de sus distritos más pobres a cientos de miles de personas.

La responsable de UNICEF aplaude la "impresionante" acogida brindada a los rohinyá, con los que las comunidades locales muestran "cierta empatía", pero pide también que se les reconozca el estatus de refugiados.

La comunidad internacional, entretanto, se ha implicado a un nivel inferior al deseado, en gran medida porque se trata de "una crisis no comprendida", sobre todo en Europa, según Bordas.

UNICEF ha estimado el coste de los programas previstos para 2018 en 144 millones de dólares, de los cuales se ha logrado recaudar de momento 40 millones que servirán para llevar a cabo iniciativas durante el primer semestre.

De cara al próximo año, Bordas confía en poder trabajar para "devolver el sentido de normalidad" a los niños rohinyá, que puedan vivir en campos "habitables" con acceso a agua, saneamiento, nutrición y atención sanitaria.

"Son muchos niños y hay mucho que hacer", apunta. En este sentido, afirma que el principio de acuerdo entre las autoridades bangladeshíes y birmanas para avanzar en la repatriación de los refugiados "es un buen gesto", pero "tiene condiciones muy difíciles de implementar", como la exigencia de documentación a quienes quieran acogerse a estos traslados o la obligatoriedad de hablar el idioma.

Bordas subraya que, para que este acuerdo sea eficaz, debe incluir medidas específicas de protección a la infancia y que Naciones Unidas esté implicada, como organización mediadora.

En cualquier caso, avisa de que, si finalmente arranca la repatriación, "será lenta y a cuentagotas", por lo que insiste en la magnitud de la emergencia.