Besos y apretones de manos antes de comenzar el último programa de la radiotelevisión pública griega. Aunque sabían que el Gobierno iba a cortar la emisión, los periodistas deciden continuar hasta que a medianoche las pantallas se quedan en negro.

A golpe de decreto, el gobierno de Samaras ha tomado esta drástica medida para ahorrar 300 millones de euros y recortar el número de funcionarios. Más de 2.600 trabajadores de la radiotelevisión griega se quedan en la calle, incluida su corresponsal en España.

Los trabajadores se han resistido a abandonar el edificio principal de la radiotelevisión y han intentado seguir emitiendo. En otras sedes, la policía ha evitado la entrada a los empleados, aunque no se han registrado incidentes graves.

Los griegos culpan a la Unión Europea del apagón y han quemado la bandera comunitaria. La Comisión Europea asegura que no ha pedido el cierre de la radiotelevisión helena, pero avalan la decisión.

Por la mañana, nadie se había movido de la sede central en Atenas, y lejos de apagarse, la indignación se ha incrementado. Para los sindicatos, es "anticonstitucional, antidemocrático y fascista. El Gobierno quiere el cierre inmediato, es la primera vez que pasa en Europa".

El parlamento griego debe ratificar el decreto de Samarás, aunque sus socios en el tripartito han anunciado que se opondrán, en defensa de su radiotelevisión.