Después de recibir una llamada de Estados Unidos en la que les han avisado de que quizás su hijo, su marido o su hermano llegue en un vuelo, las familias han acudido al aeropuerto militar de Guatemala.

Mientras una mujer emocionada destaca que está "esperando" a su hijo, un hombre explica que, aunque le dijeron que el vuelo llegaría "a las nueve de la mañana", no sabe "si lo cancelaron". Ya han cancelado uno de ellos, por lo que de madrugada sólo llegarán dos. Todo ello hace indicar que algunas de las personas que están esperando se irán de vacío a sus casas.

El equipo de voluntarios ya está preparando su llegada. Ellos han estado en esa misma situación y quieren que su vuelta sea lo menos traumática posible. Les traen "agua pura, pan...", explica una voluntaria de la asociación.

La música avisa de que el avión, el primero que llega con deportados, está aterrizando. Viene directamente desde Estados Unidos hasta el aeropuerto militar de Guatemala. Algunos de los pasajeros están pisando suelo guatemalteco después de 30 años de estancia y una vida hecha en Estados Unidos. Son recibidos como héroes. Es duro volver sin nada y no quieren que pierdan la esperanza.

Varios de ellos dicen a laSexta que el viaje lo han hecho esposados con grilletes en los pies, las manos y la cintura y detallan que sólo diez minutos antes de aterrizar se los han quitado. "Uno sabe exactamente la fecha en la que va a venir, depende del Estado en que te agarren, entonces, uno viene brincando de Estado en Estado", explica uno de los deportados.

Mientras algunos devoran los bocadillos, los que no han podido contactar antes aprovechan para avisar a sus familias. La asociación les permite llamadas locales, abre una ficha de cada persona deportada y les orienta para rehacer su vida de nuevo.

Bebe lleva 16 años en Long Island, Nueva York, toda su familia está allí, su madre es ciudadana americana. Él regentaba un negocio de mecánica con siete empleados, pero ninguno tenía papeles. Como muchos, no es la primera vez que es deportado.

"En 2012 me deportaron, estuve aquí dos o tres días y regresé, en el 2014 me volvieron a deportar y me fui de vuelta y ahora me han cogido otra vez", recuerda. Pagó a un 'coyote' y se gastó 21.000 dólares, pero, dice, que ya se ha cansado.

Ha decidido probar suerte pero, esta vez, en su país: "Tengo tres hijos allí, dos niñas, un niño, toda mi familia está en Nueva York. Si lo hice en Estados Unidos, también lo puedo hacer en mi país". Al fin y al cabo, la vida les ha enseñado que ellos no forman parte del sueño americano.